El cangrejo ermitaño. Arturo Gutiérrez Plaza

Compártelo:


 
 

EL ÚNICO ENCUENTRO

 
 
………………………………………………………………………………………En memoria de todos ellos
 
 

Una bala ensangrentada
contra el asfalto.

Pudo haber sido mi hijo
el hijo asesinado.
Esa bala, su bala,
la bala asesina
que perfora
el pecho,
silbante,
que atraviesa
a quemarropa
y parte en dos
lo que pudo ser
pero no…

Rastrero testimonio
del único encuentro
de ese hijo
nuestro
y su asesino.

Una bala ensangrentada
contra el asfalto.
 
 
 


 
 
 

HOGAR

Vivo en esta ciudad, en este país despoblado,
avergonzado por sus propios fantasmas,
confinado a cuatro paredes hurañas.

Vivo en cuartos vacíos.
En habitaciones que a ratos se encogen
expulsando todo aquello
que hasta ayer me acompañaba.

Vivo en su centro como viven los moluscos,
babosos e invertebrados, cordializando
con la concha que los protege.

Doy rondas, tanteo su superficie,
hago trampas: intento horadarla
guardando la esperanza de encontrar
respiraderos al otro lado.

Pero soy de acá, este es mi hogar
y aunque me vaya, aunque me escape lejos,
este encierro siempre será mío.

Vivo como el cangrejo ermitaño,
como un decápodo errante,
refugiado en conchas vacías,
atrapado, impenitente, confiado
en la bondad de alguna ola que me arrastre
o termine de ocultarme en la arena.

 
 
 


 
 
 

LA MUJER IMAGINADA

Una mujer imaginada en los andenes
de cualquier estación del metro de esta ciudad.
Una mujer que no llegó, que no vino
y sin embargo camina entre la gente
buscando las mismas salidas que nosotros.

Una mujer imaginada, perdida
en el bosque de Chapultepec
o en la espesura de algún sueño.

Una mujer imaginada, simplemente,
huyendo como todas ellas
de alguna foto que nadie ha tomado aún.

Ellas nos acompañan sin saberlo,
sin siquiera imaginarlo.

Por ellas caminamos junto a ellas,
sobre las mismas accidentadas aceras
o pisamos hojas imaginadas, tal vez ya pisadas
por ellas, que apenas conocen la existencia del otoño.

 
 
 


 
 
 

AMANTE CAUTIVO (EN SKYPE)

Hoy puedo verte
pero no tocarte.
Puedo conversar contigo,
siguiendo con mi dedo
la silueta de tu rostro.
Puedo amarte sin oler tu piel,
recorrerte a la distancia.
Besarte como un pez
confinado en su acuario,
rehaciendo recuerdos
que no provienen de la memoria
sino de espejos anegados
más allá, al otro lado,
al fondo de esta pantalla.
 
 
 


 
 
 

PLEGARIA

Te escribo una carta
que no tiene destino.
Una carta escrita
sobre el borde blanco de la noche,
al dictado de tu nombre.

Escribo
imitando una voz que no sale de mi voz.

Escribo con tu propia mano.

Toco así tu boca, desprevenida,
boca que habla en el sueño de mi boca.
Labio contra labio
como dos húmedas verdades recién nacidas.

En la desnudez exacta de esta noche, te escribo
como el creyente fiel: una oración,
una plegaria a la luz de esta lámpara.
Único testigo de este espacio confeso,
de esta hoja en blanco en que quizás estés.

 
 
 


 
 
 

MIS ZAPATOS

La usual asimetría de sus cordones,
los tacones gastados
en sus partes menos arrepentidas,
su permanente falta de brillo,
su escaso sentido del humor y del ritmo
son todas huellas que me delatan y hablan
de una consumada torpeza para pisar el mundo
y del descuido con que ambos,
en forzada compañía
llevamos la existencia.
 
 
 


 
 
 

TRAS LA MAREA

Como algas que quedan en la orilla
luego del paso de la marea,
hay palabras abandonadas
que se van secando sobre la página
sin saber flotar,
desaprendiendo,
endureciéndose,
no llegando siquiera
a la dignidad de lo fósil.

Palabras que se sumergen
y desaparecen
en el blanco de la arena
ante la indiferencia de las palas,
los tobos de los niños
y los hoyos que inventan los cangrejos.
 
 
 


 
 
 

SIN SABERLO

En el dolor
se maceran palabras
que jamás serán escritas.

Sobre ellas escribimos sin saberlo.
 
 
 


 
 
 

RÉQUIEM PARA UN POETA

 
 
………………………………………………………………………………………A Rafael Cadenas
 

Él era de la raza
de esos viejos constructores de lupas,
de una estirpe de miopes en penumbras
empeñados en agrandar el misterio del mundo.

Gente ganada por la oscuridad,
asidua al oficio de tratar con imprudencia
vestigios sitiados por telarañas.

Él era uno de aquellos cautivos del linaje
de los artesanos del fuego, cuyas huellas
hoy sólo reposan en caligrafías inextricables.

Uno de esos que aún ciego
sospechaba una inminente verdad
encerrada en la transparencia
de algún hechizo convexo.
 
 
 


 
 
 

Arturo Gutiérrez Plaza. (Caracas, 1962). Poeta, ensayista, profesor e investigador universitario. Magíster en Literatura Latinoamericana y PhD en Lenguas Romances y Literaturas. Ha publicado los poemarios: Al margen de las hojas (1991); De espaldas al río (1999), Principios de contabilidad (México, 2000), Pasado en limpio (2006), Cuidados intensivos (2014), El cangrejo ermitaño. Antología poética (Madrid, 2020), Cartas de renuncia (2020). En ensayo e investigación literaria: Lecturas desplazadas. Encuentros hispanoamericanos con Cervantes y Góngora (2009); Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana. Una metáfora del cambio (2010) y las ediciones críticas: Formas en fuga. Antología poética de Juan Calzadilla (2011), Las palabras necesarias. Muestra antológica de poesía venezolana del siglo XX (Santiago de Chile, 2010). Ha obtenido, entre otros, el Premio de Poesía de la Bienal Mariano Picón Salas 1995, el Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz 1999 (México) y el Premio Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana 2009.
 
 
 
 
Los poemas se publican con autorización del autor.
 
 
 
 
fotografía: cortesía del autor
 
 

Compártelo:

#ArturoGutiérrezPlaza#ElCangrejoErmitaño#PoesíaVenezolana

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.