Antonio Gamoneda-Materia del Relámpago

Compártelo:


 
 
Antonio Gamoneda ya tiene su privilegiado lugar, ganado a pulso, en la lengua española. Es un magnífico poeta de España y de talla mundial. La gran poesía de Antonio Gamoneda posee el deslumbramiento ante la contemplación y asimilación de temas vitales y desgarradores; muchos de ellos biográficos, que desembocan en un culto interminable a la belleza. A los lectores nos queda la estupefacción y la admiración ante la experiencia estética, visual y auditiva: música-materia del relámpago.

Javier Alvarado

 
 
 
 

Sublevación

Juro que la belleza
no proporciona dulces
sueños, sino el insomnio
purísimo del hielo,
la dura, indeclinable
materia del relámpago.
Hay que ser muy hombre para
soportar la belleza:
¿quién, invertido, separa,
hace tumbas distintas
para el pan común y la
música extremada?

Ay de los fugitivos,
de los que tienen miedo
de sus propias entrañas.
Si una vez el silencio
les hablase, ¿sabrían
respirar la angustiosa
bruma de los espíritus?
¿Cantarían su propia
conversión al espectro?

Y aquellos otros, estos
miserables amados,
justificados por el dolor:
advertid que tan solo
a los perros conviene
crecimiento de alarido.

Algo más puro aún
que el amor, debe
aquí ser cantado;
en cales vivas, en
materias atormentadas,
algo reclama curvas
de armonía. No es
la muerte. Este orden
Invisible
Es
la libertad.

La belleza no es
un lugar donde van
a parar los cobardes.

Toda belleza es
un derecho común
de los más hombres. La
evasión no concede
libertad. Sólo tiene
libertad quien la gana.

Solicito
una sublevación
de paz, una tormenta
inmóvil. Quiero, pido
que la belleza sea
fuerza y pan, alimento
y residencia del dolor.

Un mismo canto pide
la justicia y la
belleza.
Sea la luz
un acto humano.
Se puede
Morir
por esta
libertad.
 
 
 


 
 
 

Caigo sobre unas manos

Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
era tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.

No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez, sube el olvido
aún al corazón.
Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
y tus manos son grandes; y la noche
viene otra vez, viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.
 
 
 


 
 
 

Hablo con mi madre

Mamá: ahora eres silenciosa como la ropa
del que no está con nosotros.
Te miro el borde blanco de los párpados
y no puedo pensar.

Mamá: quiero olvidar todas las cosas
en el fondo de una respiración que canta.
Pasa tus manos grandes por mi nuca
todos los días para que no vuelva
la soledad.

Yo sé que en cada rostro se ve el mundo.
No busques más en las paredes, madre.
Mira despacio el rostro que tú amas:
mira mi rostro en cada rostro humano.

He sentido tus manos.
Perdido en el fondo de los seres humanos te he sentido
como tú sentías mis manos antes de nacer.

Mamá, no vuelvas más a ocultarme la tierra.
Ésta es mi condición.
Y mi esperanza.
 
 
 


 
 
 

Después de veinte años

Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.

Entraba en el trabajo.
…………………….La oficina
olía mal y daba pena.
…………………….Luego,
llegaban las mujeres.
…………………….Se ponían
a fregar en silencio.

Veinte años.
…………..He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos:

Tierra incansable,
………………..firma
la paz que sabes.
………………..Danos
nuestra existencia a
………………..nosotros
………………..mismos.

 
 
 


 
 
 

Miro mi desnudez…

Miro mi desnudez. Contemplo

la aparición de las heridas blancas.

Envuelto en sábanas mortales,

bebo en las aguas femeninas

la dulzura y la sombra.

 
 
 


 
 
 

Propongo mi cabeza atormentada

Propongo mi cabeza atormentada
por la sed y la tumba. Yo quería
despedir un sonido de alegría;
quizá sueno a materia desollada.

Me justifico en el dolor. No hay nada;
yo no encuentro en mis huesos cobardía.
En mi canto se invierte la agonía;
es un caso de luz incorporada.

Propongo mi cabeza por si hubiera
necesidad de soportar un rayo.
No hablo por mí solo. Digo, juro

que la belleza es necesaria. Muera
lo que deba morir; lo que me callo.
No toques, Dios, mi corazón impuro.
 
 
 


 
 
 

BLUES DEL NACIMIENTO

Nació mi hija con el rostro ensangrentado
y no me la dejaron ver despacio.
Nació mi hija con el rostro ensangrentado
pero me la quitaron de las manos.
Mi hija ahora ya va a hacer tres años
y habla conmigo y ella ve mi rostro.
Mi hija ahora ya va a hacer tres años
y canta y piensa pero ve mi rostro.
Yo ahora ya no me pregunto
por qué se ama a un rostro ensangrentado.
 
 
 
 
 

Antonio Gamoneda nace en Oviedo el 30 de mayo de 1931. Su padre, poeta modernista en cuyas páginas Gamoneda aprende a leer, muere en 1932. En 1934 se traslada a León y se instala en el barrio ferroviario de El Crucero con su madre, cuya presencia es recurrente en toda su poesía. Tras una infancia marcada por la vivencia de la pobreza, la represión y la muerte, en 1945, con apenas catorce años, entra a trabajar en una oficina bancaria, donde permanecerá hasta 1969. Dirige un tiempo los servicios culturales de la ciudad de León, donde crea la colección de poesía Provincia y es gerente de la fundación Sierra-Pambley, creada como proyección de la Institución Libre de Enseñanza para la educación de campesinos y obreros.
Entre sus libros de poesía destacan Sublevación inmóvil (1960; accésit del premio Adonais), Descripción de la mentira (1977), Blues castellano (1982), Lápidas (1986), Edad (Poesía 1947-1986) (1987), Libro del frío (1992), Sólo luz (2000), Arden las pérdidas (2003) y Cecilia (2004). Su poesía reunida, con el título de Esta luz, aparece en 2004 acompañada de un epílogo del poeta y crítico Miguel Casado, responsable también de la edición de Edad.
En prosa ha publicado, entre otros, Libro de los venenos (1995) y El cuerpo de los símbolos (1997). De próxima aparición es un esperado volumen de memorias, Un armario lleno de sombras.
Entre otras distinciones, es Doctor Honoris Causa por la Universidad de León, Premio Castilla y León de las Letras y Premio Nacional de Poesía (1988). En 2004 obtiene el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y dos años más tarde, el 30 de noviembre de 2006, recibe el Premio Cervantes, considerado el galardón más importante de las letras hispánicas.

 
 
 
 
selección y nota: Javier Alvarado
 
 
 
 
 
Los poemas se publican con autorización del autor.
 
 
 
 
 
fotografía: Vasco Szinetar
 
 

Compártelo:

#AntonioGamoneda#PoesíaEspañola

Comments

  1. iraida - lunes 19 de octubre de 2020 @ 9:43 pm

    Sublime!

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.