Jesús Alberto León. 80 años. Homenaje

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TESTIGO

Cada familia tiene su fantasma
que atraviesa entre generaciones.
Pero al pasar suele cambiar de alma,
de ruidos, vestiduras, vejaciones.

Cuando rodaba por los caserones
(sin luz eléctrica) de mi bisabuelo,
era tardío, soltaba maldiciones
y arrastraba cadenas por el suelo.

Ahora, venido a menos, sólo asoma
de madrugada algún gemido débil,
desaparece cosas, proporciona
algo de asombro en esta era estéril.

Devuelve la inocencia, la refluye,
acerca un vivo espasmo hasta la médula,
y el estremecimiento restituye
algo de asombro en esta era incrédula.

Ese desliz furtivo, ese enemigo
que anidaba la muerte entre sus huesos,
se nos ha vuelto el último testigo
del temblor, de la vida, del exceso.

de Riesgo de cercanía
 
 
 


 
 
 

SOMBRA DE LA PASIÓN

El lujo de tener un pajarito aquí
(un agreste detalle en el paisaje urbano)
sin más barrotes que los dedos curvos
de sombra que proyectan los helechos,
nos llevó a proveer, sin recelar,
alimento abundante cada día.
El pájaro venía y revoloteaba
y comía enfebrecido, sin parar,
y regaba de alpiste el piso del balcón
(para sublevación de quien lo limpia a veces).
Hasta que descubrió su reflejo en el vidrio
y dedicó más tiempo a combatirlo
que al gusto de comer. Esa batalla
incontrolable, repetida, procaz,
ha roto el embeleso ilusionado:
El tierno pajarito, el detalle bucólico,
es una fiera tozuda y afilada
que golpea los cristales con saña pertinaz.
Hemos cortado el suministro diario;
ya el tesoro de alpiste es leyenda agotada.
Pero el pájaro viene y lucha contra sí
y se inmolará pronto, dejando en el cristal
su rajadura brusca, su sombra de pasión.

de Riesgo de cercanía

 
 
 


 
 
 

UÑA DE DANTA

Un fragmento podado de la planta más vieja
fue olvidado dos meses a un lado del balcón.
Advertido después, con partes aún verdes,
fue trasladado arriba y arrojado sin más
a la gran jardinera, para darle ocasión
a ver si demostraba, con vigor fehaciente,
que no todo verdor perecerá.
Hoy es la planta más grande e invasora
que tenemos aquí. Suelta raíces
adventicias que cuelgan y se apoyan
en los irregulares bordes del azar.
Hay un niño que vive más abajo
y suele proclamar cuánto lo asustan
esas lianas que cruzan su ventana
rumbo al infierno, de vuelta al origen.
Las cortamos, pero el afán quirúrgico
es burlado por la planta incólume.
¿Cuál sofoco maligno, cuál estrangulamiento,
requerirá esa multiplicación
de brazos, cuál pujanza
afincará su aciaga certidumbre
en cada raíz terca que rebrota?

de Riesgo de cercanía
 
 
 


 
 
 

SUSURRO INEVITABLE

En ocasiones hablamos de la muerte
en voz queda, como corresponde.
Hay otros temas, pero el más punzante
irrumpe a veces después de cenar,
sobrenadando los ruidos nocturnos…

Si uno pudiera hacer de la casa un refugio,
su recogida atmósfera excluiría tales ruidos,
tales conversaciones. Permitiría tan sólo
el siseo de unas páginas, un rechinar de cama…

Pero hay otro rumor: en las tapas del libro,
en la madera que nos respalda el sueño,
horada siempre la tenaz carcoma,
que esboza apenas su fragor malsano,
sigiloso, callado, mas ensordecedor,
como el hosco murmullo de la muerte.

de Riesgo de cercanía

 
 
 


 
 
 

CONDICIONAL

Si uno pudiera, con fugaz sonrisa,
recordar el futuro y deshojarlo
como si fuera a suceder ayer;
o adivinar a tientas y a certezas
los entresijos roncos del pasado,
hasta aliviarlos con el aire ingrávido
de pliegues que no han sido…
Si uno tendiera el cuerpo
sobre el filo del tiempo
y fuera caminando con los ojos,
y mirando asombrado
con las inquisitivas plantas de los pies…
Si uno se desdoblara, en fin,
en este fin de mundo
que nace cada vez y desfallece ahí mismo,
podría beber el agua más exacta,
esa que se condensa en los minutos
y los convierte en gotas delicadas,
en parpadeos de una frescura súbita
que abre y cierra los ojos del instante.

de La duda y la deriva

 
 
 


 
 
 

DELICADEZAS

Hay angustia disuelta, repartida
por todos los rincones de mi cuerpo,
por los miembros adictos que no logran
dar un paso sin ella, atribulados.
En mi trasfondo, este desasosiego
moviliza un latir de agua secreta,
que no se precipita con brusquedad: exhibe
malos modales sólo raramente.
Parece preferir, a la hora de escoger,
una malevolencia delicada
que me estremece, sí,
pero no me destruye.

de La duda y la deriva

 
 
 


 
 
 

VIAJE INCIERTO

Tú navegas, te abrasas y te apagas

PAUL CELAN

Al partir de mí mismo
hacia quién sabe dónde,
he aparejado un irrisorio barco,
con tambaleantes ansias en la proa
y poco afán en las caídas velas.
He olvidado la brújula, el sextante,
o cualquier otro instrumento que sirviera
para fijar el rumbo. Sólo tengo
un instinto febril y antojadizo
que toma por estrellas los fulgores efímeros
de la pasión, del gusto momentáneo.
Y así cruzo los mares, empujado
por la certeza de que nadie, nadie
me espera. En la bitácora
voy pegando retratos desvaídos
de mis antiguos rostros: un recuento
atrabiliario que servirá de guía
a quien quiera entenderme.
El mapa amplio
que la desolación despliega; el desencanto
que habita cada puerto; el vino joven,
para empapar el alma de ficciones:
son esos compañeros, confiables por fugaces,
los que me animan a seguir el viaje
a ver a dónde lleva.

de La duda y la deriva
 
 
 


 
 
 

DUDOSA VUELTA

Cuando, después del viaje (¿acaso el viaje cesa?)
intente regresar uno a sí mismo
lo agobiará tal vez la incertidumbre
de no saber a qué puerto se vuelve.
El faro inextinguible puede identificarse
desde lejos: la luz arrasadora
de la conciencia perfora la bruma,
guía la navegación atribulada…
Y sin embargo un hálito de duda
nimba ese erguido foco, ese ojo intenso.
Hay borrosos detalles que confunden el rumbo:
El brillo familiar, tan obstinadamente
seguro desde siempre, ahora exhibe
guiños perplejos de empañada luz.
¿Pero es acaso cierto que todo puerto auténtico
tiene su propio faro inconfundible?
¿Cómo saber si este signo radiante
de mismidad es tercamente el mismo?

Si uno retorna a sí (y ese condicional
estará siempre ahí: lombriz incómoda
que abre sus túneles debajo del tiempo),
si uno vuelve a sí mismo,
al cabo de la huida,
¿descubrirá en la playa donde uno desembarque
la misma arena abierta, la caricia
del mar que alivia el cuerpo y lo desteje;
tendrá aún esa playa aquel latido azul
y el horizonte pródigo
que entonces la ceñía?

Uno se busca sin reconocerse.
Lo que ha cambiado es siempre lo más fácil
de dibujar –con los detalles nuevos-
en su lugar exacto: aquella arruga
que antes no estaba, o el ardor perdido
de la mirada. ¿Pero de qué modo,
de qué modo encontrar lo que uno sabe
que esta allí todavía: esa brazada
repetida al cruzar el agua indómita
del alma; el fuego andante,
indeclinable y ávido, el deseo
que permanece en vilo, disponiéndose
a revelar su rostro empecinado?

de La duda y la deriva

 
 
 


 
 
 

TAÑIDO

Y si resueno así,
si mi campana tosca
obedece al tañido de otro empeño,
al pertinaz reclamo que enardece
esta carencia ahogada
¿qué angustia rumiaré;
qué ruido o melodía
temblará en mi metal;
quién hablará por mí
cuando yo vibre;
cuál giro recurrente
erigirá su vuelo, su arabesco,
su pregunta indecisa;
quién seré yo al decir,
al sonar cavilando;
quién seré, cuándo, cuál
aturdimiento atónito
volcará su clamor desde qué órgano;
cuál garganta aferrada
dirá ahora yo soy, desde la oquedad tensa
de mi garganta?

de Desasosiegos

 
 
 


 
 
 

LUCIDEZ

Mirar el sol de frente: atreverse a entender.
Primero quedarán los ojos ciegos,
desprovistos de alcance y de discernimiento.
Pero después vendrá la pródiga confianza
con su disposición de mirar adelante.
Y allí estarán brillando
futuras ocasiones,
evasivas luciérnagas que ahora logramos ver
porque mirar el sol nos predispuso.
Las vemos detenidas como chispas inútiles,
cada una emitiendo su canción peculiar,
doliente a veces, o acaso victoriosa.
¿Pero cómo vivirlas o evitarlas
si su rumor opaco
se escucha siempre, sí, pero resulta
incomprensible a veces?

Entonces recordamos que insectos antiquísimos
atrapados en ámbar nos llegan como fósiles.
Y quizás, al revés, invirtiendo ese viaje,
las oportunidades se libren de la huraña
jaula que las retiene
y vengan reunidas en enjambres
dispuestas a moldear
las vidas con su oblicua pasión intempestiva.
Así, ahora auxiliados por la capacidad
escrutadora que el sol nos deparó,
al captar el zigzag de los momentos
que acuden a su urgente conciliábulo,
podremos dibujar el tiempo venidero,
descubrir su rapsodia, su abalanzada música,
pues las aladas manchas impacientes
algo revelador
quizás dirán.

de Desasosiegos

 
 
 


 
 
 

ESCARAMUZA

No podemos zafarnos, ni flamear,
ni soltar las amarras e ir cantando,
si la brújula interna
nos aferra.
Es preciso quebrarla
si queremos
abrirnos al garete: divagar,
ir sorbiendo la gracia que salpica,
navegar sin sombrero ni camisa,
envueltos en la rauda escaramuza
de la brisa encrespada, del desborde.
Y entonces prodigarnos,
como si no importara el desperdicio,
porque habremos por fin recuperado
la intensidad, el soplo vehemente,
el fértil desenfreno,
el vuelo ágil.

de Desasosiegos
 
 
 


 
 
 

Jesús Alberto León. (La Victoria, Venezuela, 19 de octubre de 1940). Poeta. Ha publicado los poemarios: Desvestiduras (Contextos, 1991), Despojamientos (Fundarte, 1997), Riesgo de cercanía (Eclepsidra, 2001), Habitar el instante (Monte Ávila Editores, 2005), La duda y la deriva (La Nave Va, 2006) y Desasosiegos (Equinoccio, 2010) y en narrativa, Apagados y violentos (Tabla Redonda, 1964) y Otra memoria (Monte Ávila Editores, 1968). Biólogo y matemático egresado de la Universidad Central de Venezuela, es PhD de la Universidad de Sussex, Inglaterra. Es profesor titular en la UCV y ha sido profesor visitante invitado en las universidades de Stanford, Harvard, Trieste, Sao Paulo y Kyoto. Es uno de los iniciadores de la Ecología Evolutiva Teórica. Su obra ha sido reconocida con diversos galardones: Premio Municipal de Prosa de Caracas (1968), Mención Honorífica en Poesía de la Bienal Ramos Sucre (2000), Premio Federico Riu (1ª Bienal, 1991), Premio Francisco De Venanzi (UCV, 1991), Mejor Trabajo Científico (Conicit, 1991) y Premio Lorenzo Mendoza Fleury (Fundación Polar, 2001).
 
 
 
 
 
Los poemas se publican con autorización del autor.
 
 
 
 
 
fotografía: Aragua Cedeño
 
 

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Comments

  1. iraida - lunes 19 de octubre de 2020 @ 10:01 pm

    Absorta, plena!

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