El abuelo, la cesta y el mar de Elizabeth Schön: luz de la infancia que acompaña la vida. Douglas Gómez Barrueta

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Las raíces de la familia, un objeto que atesora recuerdos, la naturaleza y sus enseñanzas permanentes. La fuerza del mar se mezcla con las revelaciones del abuelo para crear un ancla a los días de la niñez. La lectura de los poemas de El abuelo, la cesta y el mar de Elizabeth Schön nos lleva a esa orilla que permanece en la memoria, el sol que ilumina la vida adulta.

El abuelo, la cesta y el mar fue publicado en 1965. Elizabeth Schön tenía 44 años de edad. Era su tercer poemario. Antes habían sido editados: La gruta venidera (1953) y En el allá disparado desde ningún comienzo (1962).

“Yo diría que los niños necesitamos, como los barcos, de un muelle muy amplio y de unas aguas muy quietas y transparentes”, dice uno de los versos de este libro. Los poemas en prosa no hablan solo de una playa, sino del mar. La cesta en la que recoge los caracoles, también guarda emociones y aprendizajes.

“Sobre las piedras el viento pasa y ellas quedan allí, en sus mismos lugares. Yo me digo que las piedras, como el mundo, siempre están en sus mismo sitios y aunque el abuelo no vino conmigo al mar, veo su rostro que también está en el espacio igual que la ciudad, el planeta, el árbol o la cascada”, se lee en el poemario de Schön.

La palabra de nuestros antepasados, el vaivén de las olas, lo infinito del horizonte. Poemas que muestran la mirada curiosa de la infancia, versos que desde el mundo íntimo se ofrecen como señales en el camino.

“Siempre he pensado que el amor del abuelo por mí es muy semejante al amor de la savia por el árbol: lo deja crecer tanto cuanto sus raíces y semillas dan. Jamás he sentido su amor como una red que me aprisiona o me atrapa. Esto nunca lo podría decir. Me demuestra constantemente que amar es dejar que las aguas sigan su curso sin que se derrumben o encarcelen”, revela la poeta.

La nieta que conversa con el abuelo posee una mirada que se deslumbra ante la luz, que se abre ante la revelación que es el amor de la familia, la libertad ante la inmensidad del horizonte, del mar, de la vida, de su constante descubrimiento: “Vi al abuelo, vi sus ojos que siempre me hacen pensar en el resplandor de todas las aguas del mundo”.
 
 
 
 
Douglas Gómez Barrueta (Caracas, 1974). Publicó “Talla de agua” (Editorial Eclepsidra, Caracas, 2013). Forma parte de las antologías “Jamming. 102 poetas” (Oscar Todtmann Editores, Caracas, 2014), «La floresta interminable. Poetas de Miami» (Editorial ArtesMiami, 2019), «Escritores salvajes» (HyperMedia, 2019). Estudió Comunicación Social en la UCV (1994-1999). Actualmente cursa estudios en la School of Continuing and Professional Studies de la Universidad de Virginia.
 
 
 
 
fotografía: El Nacional. 1962. Tomada de la edición del 24 de mayo de 2007.

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