Poemas para Elizabeth. Edda Armas

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Si al nardo se lo lleva la luz

Hay una luz en la cabecera de la cama
fuerza cegadora que interroga

—le dije a la muerte
que nada tengo para ti—

a la hora en que despierto inquieta
interrogante
suspendida
entre el sueño y la noche

contando los segundos
porque otros no habrá
si al nardo se lo lleva la luz.

 
 

(Con mi Ely)
 
 

de Toma las simple por el tallo
 
 
 


 
 
 

Oigo pasos lejanos

Vamos al capricho
acortando distancias
la chispa en silencio
nostálgica

al querer mirarse
das otra vuelta
a la misma luz
sobre la cama

los pasos,
dicen algo que temo:
“adiós»

zumbido turbio
a la hora agazapada
de cincelar
las sombras.

 
 

A Maria Luisa y Elizabeth Schön

 
 

de Toma las simple por el tallo

 
 
 


 
 
 

En otro jardín

 

El heroísmo del alma está en vivir,
el heroísmo del cuerpo en morir.

Marina Tsvietáieva

 
Me he estado preguntando por tu habitar de ahora.

Tantas veces quise figurarme cómo sería cuando ya no
estuvieses. Ese día en que tu voz no me buscase insistente
en la línea telefónica. Pero nada, nada, se parece
a este presente terrenal sin ti.

Imaginaba entonces algún remoto lugar, aún desconocido
para mí, donde tu rostro le sonríese a la luz de la mañana
como el girasol lo hace con la risa tuya,
y en la cola de su estela pudiese yo seguir buscándote,
o en la flor abierta cuando el pétalo se torna voz,
simulándose tú, haciéndote carne mordida de fruta.

Pensándote de este modo fue que apareciste con
el sombrero de ala ancha y azul en ese jardín de girasoles
y hacia ti fui, buscando platicar como solíamos hacerlo,
entre la urdimbre en flor en las palabras que, con esmero,
cuidabas, y me pedías que también cuidase yo.

Fue testigo el árbol plantado al fondo frente al muro
su tallo rugoso de robustas ramas expandidas
a las que la brisa, ahora fría, le mueve las hojas
sin que a Elizabeth pudiese sentirla entre ellas,
como si estuviese regresando del patio a su habitación.

A las ramas en el patio las sigue moviendo por la tarde
la lluvia, y a las hojas les salpican los ocres grises de la tierra
semejantes a aquellas pinceladas azuladas de tus ojos,
y con ellos me llega el silencio y entre los árboles
veo como te mueves libre con tu cuerpo de ardilla,
y recorro los pasos que tantas veces acompañé
como si volviéramos a las rutinas de la presencia.

Con paciencia reclamada sé que te espero
sentada en el banquito ruin de cemento
debajo del árbol con olores a fruta pasada
escuchando los ruidos de las aves nocturnas
sobrecogida con el plenilunio de luna
comprendiendo que en la nada la nada
beckettianamente nos mueve
cuando es ella quien te alcanza
en el libro abierto de tu paisaje.
 
 

para y con Elizabeth Schön
 
 

de Fruta hendida

 
 
 


 
 
 

Cien nubes para Elizabeth Schön

 

Las palabras son el espíritu.

IRIS MURDOCH
 

Si te acercabas a las raíces

buscabas aquella que de alguna manera

te podía indicar el rumbo

de la nube que no pudiste poseer.

ELIZABETH SCHÖN
 

[Elizabeth cumple 100: pensándola he vuelto a su jardín
y cien nubes se plantan en la hoja sepia donde
deseo escribir un breve poema, mientras ella, allí, sonríe y nos mira.]

La palabra quiere elevarse
tomar la forma del cuervo
convertirse aquí y ahora
frente a mis ojos en nardo,

así, fragancia envolvente
de sustancia irrepetible
en la penumbra del jardín
o en la habitación vacía,

siendo ala flotante
llama azulada de vela
cruz en el cofre de Elsa Gramcko
lápiz en la mano
vocablo en labios
oruga de mariposa.

Lo que cabalga en el alma
apresa al corazón: ella.
El poema quiere y pide alzar
cuerpo sobre la piedra.

Así, presencia, ardid de ardilla,
voz templada en permanencia.
A esta hora, forma oval del pétalo
o inmóvil ala del pájaro de tinta.
Dictada palabra,
poema erigido, raíz profunda,
entre texturas del tallo alto
en tu Incesante aparecer.

 
 

Inédito

21/11/21
 
 
 
 

Edda Armas. (Caracas, 1955). Poeta. Psicóloga social egresada por la Universidad Central de Venezuela. Editora de la Colección de poesía venezolana Dcir ediciones. Obra reciente: Fruta hendida (Kalathos Madrid, 2019), Manos (Taller Blanco, Bogotá, 2019), A la hora del grillo (Ángel Editor, Quito, 2016), Alas de navío (Caletita, México, 2016) y Sin negativo ni estaciones (Kalathos, Caracas, 2012). En 2019, edita Nubes. Poesía hispanoamericana, con 291 autores, compilación suya (Pre-Textos, Madrid, 2019). Premio Municipal de Poesía «Alcaldía de Caracas 1995» por Sable; Premio «XIV Bienal de Poesía J.A. Ramos Sucre» en 2002 por En bicicleta, y en 2013 recibió la «Orden Alejo Zuloaga» Universidad de Carabobo por su obra literaria y su aporte al país desde la gestión cultural. Ha representado a su país en Europa, América y El Caribe. Reside en Caracas.

 
 
 
 
fotografía: Edda Armas

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