Adriático. Selección. Gina Saraceni

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Edad

El Adriático
se arroja a la orilla,
se retira, vuelve
a desplomarse
sobre las piedras.
Parece cansado
de esta repetición
que lo ensancha
y lo encoge sin cesar.
Lo miro envejecer
en el invierno
cuando cierran
los balnearios
de San Vito y Fossacesia
y los pescadores
reparan sus barcos
en la playa.
Por esta costa
pasaba el tren
y los pasajeros
saludaban a los bañistas
agitando las manos
desde las ventanillas.
La velocidad de la máquina
hacía temblar el paisaje.
Ahora la estación
está abandonada.
Entre sus ruinas
reconozco la emoción
de los reencuentros.
Camino hacia el trabocco
que se recorta en la distancia,
antiguo como este viejo mar.
Me detengo
para escuchar en otra edad.

 
 
 


 
 
 

Avenida Caroní

Mi padre trabajó toda la vida
en la avenida Caroní
de Colinas de Bello Monte.
Habitó cada comercio
del pequeño país
que fue para él
esa calle arbolada:
Zapatería Zimbardi
Supermercado California
Librería y Papelería Caroní
Electro Auto Potenza
Abasto Anna
Panadería Magdala
Edificio Sorrento
Sastre Di Sevo
Pescadería Napoleón
Edificio Maryfrank
Foto Ranieri
Ferretería Cacique
Fantasías Ilme: mercería, adornos, regalos
Banco Latino
Cauchos Ibarra
Una geografía afectiva.
Aquí abrió una tienda
de artículos para el hogar
y la llamó Frentana
como una antigua población
de su Abbruzzo natal.
Aquí fue un joven
de veinte años
que importó de Italia
vidrios de Murano,
cuadros pintados en serie,
y después ollas, cubiertos,
bandejas de acero, cafeteras,
que llegaban en grandes containers,
desde Génova hasta
el puerto de La Guaira.
Aquí tuvo nostalgia
de Italia y escribió
cartas a sus parientes,
amigos, proveedores,
en su máquina Olimpia.
La avenida Caroní
fue oficina y sala de exhibición
de los artículos para el hogar
que importaba y vendía
con la certeza de que eran
los mejores de “la piazza”.
Aquí pasó la vida
diciendo cada vez que podía:
“Andiamo avanti”,
mientras miraba
el retrato de su madre.
Tan lejos está ahora mi padre
de la avenida Caroní.
 
 
 


 
 
 

Via Venezia

El trópico está
demasiado lejos
para creer que fuimos
parte de su canto.
Demasiado lejos
está el padre
de sus manos obreras
que colaban acero
en moldes de cafeteras
que ahora duermen
el letargo de los objetos.
Mientras escribe cartas
y cae la nieve,
mi padre
escucha boleros
y vuelve.

 
 
 


 
 
 

Acqua alta

Después de la lluvia,
un techo de nubes
aplasta la isla de San Giorgio.
Un rayo de sol
desgarra el cielo
y un mosaico dorado
expande sus reflejos
en calles y canales.
Caminamos en las
aguas altas de Venezia
y nos hundimos
en el abismo
de su desaparición.
Las gaviotas dejan
su graznido resonando
entre los muelles.
 
 
 


 
 
 

Ymagua

¿Dónde estarán los perros
que perseguían la sombra
de los pelícanos en la playa?
Eran perros de la pobreza
delgados como la madera
que las olas carcomen.
Escarbaban en la basura
la materia de su hambre
y tenían en el costado
heridas abiertas.
Olieron en nuestros cuerpos
que éramos iguales.
Fuimos una jauría
que abandonó la playa
y se perdió en el monte.
 
 
 


 
 
 

Rebaño

Las cañas esperan el verano
cuando brotan nuevos tallos
y las hojas reverdecen.
En el invierno,
en lo más alto de su leño,
nace un penacho
de hebras blancas
que se alborota
estremeciendo el paisaje.
Las cañas pastan
la última luz del día.
Son un rebaño
que aguarda
el canto maternal
de la noche vibrando
desde siempre,
para dormir dentro
de ese canto,
dentro de ese mar
de millones de años.
 
 
 


 
 
 

Carenero

Los pescadores saben
cuándo crecerá la marea
y cambiará
el rumbo del viento.
Leen el mar
y conocen la lengua
de las corrientes.
Los miro arreglar
sus casas frágiles,
mientras se oxida
una lata bajo el sol
y suena un coral
colgado de un hilo.
En esta isla
la vida es simple
como un perro
que se echa a dormir
en la arena
 
 
 
 
Gina Saraceni. (Caracas, 1966). Poeta, traductora e investigadora. Es egresada de la Università degli Studi de Bologna, Italia (1990). Magister en Literatura Latinoamericana (1994) y doctora en Letras de la Universidad Simón Bolívar (2001), de la cual fue profesora titular del Departamento de Lengua y Literatura. Actualmente, es profesora asociada en el Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá, en la que, además, es editora de la publicación Cuadernos de Literatura. Ha publicado los poemarios: Entre objetos, respirando (Caracas, Grupo Editorial Eclepsidra. 1998), Salobre (Coro, Ediciones Casa de la Poesía de Falcón. 2004), Casa de pisar duro (Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2011), Lugares abandonados. Antología personal (Medellín: Universidad EAFIT, 2020), Adriático (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2021). Con el primero, obtuvo el Primer Premio del Concurso de Poesía “Víctor José Cedillo” (1995); con el segundo, la Bienal de Coro “David Elías Curiel” mención Poesía (2001); con el tercero, el XI Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (Caracas, 2011). Autora de los títulos Escribir hacia atrás. Herencia, lengua y memoria (2008), La soberanía del defecto (2012) y las antologías poéticas de El verde más oculto de Fabio Morábito (2002), En-obra. Antología de la poesía venezolana 1983-2008 (2008). Traductora de Rafael Cadenas y Yolanda Pantin al italiano y de la poeta italiana Alda Merini al español.
 
 
 
 
Se publica con autorización de la autora.
 
 
 
fotografía: cortesía de la autora.

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