Cuatro poemas. Vicente Huidobro

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El espejo de agua

Mi espejo, corriente por las noches,
Se hace arroyo y se aleja de mi cuarto.

Mi espejo, más profundo que el orbe
Donde todos los cisnes se ahogaron.

Es un estanque verde en la muralla
Y en medio duerme tu desnudez anclada.

Sobre sus olas, bajo cielos sonámbulos,
Mis ensueños se alejan como barcos.

De pie en la popa siempre me veréis cantando.
Una rosa secreta se hincha en mi pecho
Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.

de El espejo de agua, 1916
 
 
 


 
 
 

Ya vas Hatchou

Como un aire de música he estado en todas partes y en ninguna

He visto el amor y el caballo antiguo
Las olas del mar muriendo de peste
El tren la vida el llanto que resuelve su teorema

Y anidado en una nube que viajaba hacia el este
Un pájaro que cantaba olvidado de sí mismo

En el fondo yo te amo
Eres más pálida que la hora y haces la leyenda
Tus párpados son la única cosa que se vuela
Y eres mucho más hermosa que volver desde el polo

Durante la noche
Tu corazón luce

Solo tú vives
Afuera es el fin del mundo y del violoncelo
Una lágrima tiembla al borde del cielo

La tierra se aleja y se desinfla
Tal como tus ojos y tu rostro

La pieza se ha vaciado por la cerradura.

de Otoño regular, 1925
 
 
 


 
 
 

Canción de la muervida

Mi mano derecha es una golondrina
Mi mano izquierda es un ciprés
Mi cabeza por delante es un señor vivo
Y por detrás es un señor muerto

Los muertos han perdido toda confianza
En los cimientos de nuestras casas y de nuestras lenguas
Y aun de nuestros relojes enrollados en el infinito
Qué podemos decirles
Ellos suben sobre el tejido de la eternidad
Y miran a lo lejos
Atan sólidamente las nubes que están llenas
Tocan la campana del vacío que debe saludar a los siglos
Como un sombrero
Llevan un anillo en cada uno de los cinco sentidos
Y un pájaro en cada cielo
Están desterrados de la tierra y encielados en el cielo
Ellos mondan la corteza de los siglos

Los vivos alargan su ciprés
Para decir buenos días a la golondrina
Se alejan sonrientes hasta el horizonte
Suben cantando hasta el piso de la muerte
Hablan con una lengua adormecida desde mucho tiempo
Son póstumos como los ecos de la flor del trueno
Y lo mismo que los perfumes
Llevan su cuerpo como el tallo de un nenúfar precioso
Y no van más lejos que un tiro de pistola
Cuentan los días con huesos de frutas
Que guardan en jaulas como pájaros
Cuentan las estrellas y les dan nombres amistosos y tibios
Es preciso no confundir los lechos y no equivocarse de plato
Es preciso cantar como un nenúfar precioso

Un pájaro trina para mil orejas anónimas
Una estrella brilla para mil ojos recién nacidos
El pájaro cambia de día con una mirada
La estrella deposita la muerte y sigue su camino

de Ver y palpar, 1941
 
 
 


 
 
 

Rincones sordos

El mundo se detiene a medio camino
Con su cielo prendido en las montañas
Y el alba en ciertas flores que yo conozco

Esconde en tus cabellos los secretos de la noche
Esconde las mentiras en tu alma de alegres sombras
Esconde tus alas bajo tus besos
Esconde el collar de suspiros en torno a tus senos

Esconde la barca de tu lengua en las fuentes de la sed
En el puerto de la boca amarrada
Esconde la luz a la sombra
Las lágrimas al abrigo del viento que va a soplar
Porque tiene derecho a la vida
Como yo lo tengo a la más alta cumbre
Y al abismo que ha caído tan bajo

Esconde las caídas del sueño
Esconde los colores al fondo de los ojos
Esconde el mar detrás del cielo
Y vuelve a subir a la superficie
Para ser tú mismo al sol de los destinos
A flor de mano como el ciego olvidado

Esconde los suspiros en su estuche
Esconde las palabras en su fruto
Y llora tu vida en el hastío de las cosas

de El ciudadano del olvido, 1941

 
 
 
 
Vicente Huidobro. Ha publicado: Ecos del alma (1911), La gruta del silencio (1913), Canciones en la noche (1913), Pasando y pasando (1914), Las pagodas ocultas (1914), Adán (1916), El espejo de agua (1916), Horizon carré (1917), Poemas árticos (1918), Ecuatorial (1918), Tour Eiffel (1918), Hallali (1918), Saisons choisies (1921), Finis Britannia (1923), Automne régulier (1925), Tout à coup (1925), Manifestes (1925), Vientos contrarios (1926), Mío Cid Campeador (1929), Temblor de cielo (1931), Altazor o el viaje en paracaídas (1931), Tremblement de ciel (1932), Gilles de Raíz (1932), La próxima (1934), Papá o el diario de Alicia Mir (1934), Cagliostro (1934), En la luna (1934), Tres inmensas novelas (1935), Sátiro o el poder de las palabras (1939), Ver y palpar (1941), El ciudadano del olvido (1941), Últimos poemas (1948).
 
 
 
 
Con autorización de la Fundación Vicente Huidobro.
 
 
 
 
fotografía: Fundación Vicente Huidobro
 

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