Poemas de agua. María Ángeles Pérez López

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*

Mientras llueve,
ahora mientras llueve,
yo no pienso en Machado
ni en la dimensión metafórica del agua
ni en que es plancton o fuente de la vida
ni tampoco en que a veces equivale
al semen, a la humedad del útero
donde todo comienza y se libera.
No me pongo a pensar tampoco en su sentido,
su escondido valor en el orden simbólico,
o a qué se corresponde cada pequeña gota:
si es lágrima, ojo, canto o bien melancolía.

Lo que hago mientras llueve es renegar despacio
porque el agua se queda prendida en los cristales
y trae hasta la casa el limo de otros sitios;
porque sé del trabajo de esconder el salitre,
el polvo de la arena molida hasta su hueso
o la sombra de aljibes, de estanques y de fuentes,
del mar que se deslumbra por su propia espesura.

Si, como ahora, llueve,
yo no pienso en Vallejo con su aguacero triste
y menos, casi nada, apenas, en Machado.
Solo en la obligación imperiosa, excitante,
de restaurar el orden que se había hecho añicos
y devolver al vidrio su primera función,
la de mostrar el mundo en su sola materia.

de La sola materia, 1998
 
 
 


 
 
 

*

El corazón que llueve desatado
y pierde su armazón, su compostura,
su normativa estricta de compuerta
o dique, retentiva y contención,
sorprende en su violencia y se desata
mientras una muchacha incendia una cabina
y grita su dolor humedecido;
así crecen las hojas de los árboles
en la humedad primera del dolor
y el barro ennegrecido de la tierra
se ayunta al llanto oscuro en cada gota
para hacer vertical la geología.
Llueve también sobre mi corazón dormido
como si no pensase concluir
el tiempo en que los nombres se hacen de agua,
y cada gota tiene su porción
alícuota de hierro y de pesar.
Por eso cuando llueve los mamíferos,
los lóbregos mamíferos contamos
despacio y varias veces nuestros huesos,
las piedras de cristal de cada hueso
y su sermón de luz resplandeciente
para llorar de pronto con escarnio,
visibles, necesarios y maduros
ante el día que juzga y nos ampara.

de La ausente, 2004
 
 
 


 
 
 

*

no

las palabras

no hacen el amor

hacen la ausencia

si digo agua ¿beberé?

si digo pan ¿comeré?

Alejandra Pizarnik
 
 

Cuando sale el aliento desbocado,
febril o presuroso en su caliente
nube de aire que viaja y que regresa
a mojar de rocío las ventanas,
cada palabra es manto y alboroto,
una forma insensata de querernos.
Cada palabra trae su corazón,
su almendra aprisionada por la lengua.
Si digo pan tal vez no me alimente,
el trigo guarda avaro su tesoro
y no sube la masa a acometer
el cielo de la boca, el paladar,
la amarilla planicie del verano
en que hombres y gorriones se desgastan.
Pero si digo agua, viene a mares,
trae su grito feliz hasta la puerta,
arrasa la matriz de la memoria
y sube hasta el recuerdo enrojecido.
Cuando yo digo agua, no estoy diciendo pan
sino comienzo,
y viene desde lejos con su escarcha,
su fiebre y su esplendor, su poderosa
boca para llevarse los terrores.

Si digo agua, inunda el dormitorio,
escala las rodillas y su miedo,
trae légamo y las piedras de las ruinas
de tantos paraísos fracasados.
Arranca la raíz que nos recibe,
nos devuelve hasta el gesto primigenio
de mirar sorprendidos la belleza,
nos atraviesa y llena con su semen,
fermenta nuestro día en pan candeal,
hogaza acariciada por el tiempo.

de La ausente, 2004
 
 
 


 
 
 

*

Con la hoja del periódico empapada
por un llanto larguísimo y feroz,
la mujer tapa el día, los cristales,
las losas de cerámica, las puertas,
los techos enlutados y ofendidos.
De las letras de molde se destila
un agua negra como un río de odio
que pudre las manzanas del frutero
y reseca la albahaca, el corazón.
Los peces que dormían en el frigo
se escarchan y fracturan en esquirlas,
y los espejos sangran lentamente
un río de odio denso como el mal.
Con la tinta viscosa y empalada
por las fotos de presos iraquíes
en la prisión llamada Abu Ghraib
y el rímel de su set de maquillaje,
la mujer forma un unte oscurecido
que adorna y hace largas sus pestañas.
Cuando ella se apresura y sale al mundo,
la gota de agua negra se desborda
despacio por el blanco lacrimal.

de Atavío y puñal, 2012
 
 
 


 
 
 

[La sinagoga]

La sinagoga convertida en matadero,
el pan en estropajo, el Nilo en sangre,
la campana en gemido del ganado,
los libros en ceniza y herradura.

El agua convertida en vidrio enfermo,
la pared en sudor y reservorio
donde tiemblan cordero y matarife,
la sala de oración de las mujeres
en despensa de carne desollada
que gotea despacio su temor.

Y la llave, expulsada de su puerta
–el dintel ojival que abría el mundo–,
expulsada también del yunque ronco
y la herida esponjosa en la que el barro
arrancó su carnaza y compasión,
arrojada a su veta de metal,
carbonato insoluble, enfebrecido
que escribe soledad en otras lenguas.

Umbrales de la llaga. Cerraduras.

en Valencia de Alcántara

en la diáspora

de Fiebre y compasión de los metales , 2016
 
 
 


 
 
 

*

………..¿Y si eres nadie?
………..Miras dentro de ti y solo hay un inmenso páramo en el que nada se oye. Ni siquiera la respiración agitada en el incendio de aquello que fuiste. ¿Adónde irás cargando tu vacío?
………..Nada pesa lo que no tienes, pero no hay ligereza posible para ti porque el vacío te arrastra hacia sus pies. Ha arrasado con toda la flora, los días sin viento, las reservas de agua y de pardales. Quedan muchos más pájaros atrapados contra las vallas: vencejos, cormoranes, petirrojos. Un viejísimo albatros sacude su cabeza como si se hubiera atragantado con un mal verso. Entre ellos se disputan las raspas del sol y todos los poemas sobre ruiseñores o palomas que han sido capaces de digerir. Disputan también con quienes han quedado crucificados contra esas vallas, atrapados en la larga migración del hambre, de la guerra.
………..Y mientras, tú sobre tu páramo vacío.
………..Te asomas con miedo al brocal de la boca y solo se ve un espejo negro que parece saludarte desde el fondo. También alguna mano de gente difusa tras tantas pantallas entreabiertas. Nada se oye sino la frugalidad de la desgana.
………..A lo lejos, tal vez el agua pida que abras la puerta de tu cuerpo. ¿O vas a conformarte con ser páramo? ¿Eriazo que no habilitan las hormigas? ¿Pedregal que golpea con su sed?
………..¿Y si nadie somos todos? Pájaro perro, pájaro persona, población y polluelo enardecido. ¿Qué harás en el tránsito de las taxonomías?
………..En ti están los cien mil caracteres hereditarios que te atan dulcemente a los demás, los tres mil millones de letras del genoma humano que has aprendido sin esfuerzo y silbas con felicidad al levantarte, veinticuatro de los noventa elementos químicos, todas las maletas que quedan extraviadas frente a las aduanas y las noches de Ítaca y Caronte.
………..En ti, partículas lejanísimas de estrellas y otros parientes, piedras, peces, patronímicos, banderas deslucidas y otros trapos del dolor. Incluso meteoros en el festejo de la luz.
………..Todos ellos te bendicen y completan.
………..Bendicen cada una de las capas freáticas que alimentas con tu desesperación y tu amor radical a esta extrañeza que llamaron vivir, estar viviendo.
………..Porque tú no eres suficiente para ti.
………..Desconoces quién eres y no importa.
………..De pronto apremian la vida y los tendones. ………..
De pronto estallan granos rojísimos de luz sobre la superficie torpe de tu lengua. Algunos estorninos los disputan y te besan con su canción de alambre.
………..¿Cómo dejar entonces que el día colisione? ¿Que haya personas aparcadas como muebles mientras viajan las mesas en primera?
………..Alguna vez recibiste en herencia un baúl y una silla de esparto pero hoy todo ha sido arrasado en el fuego, hasta el flequillo que desordenó los días y la expiación y nota a lápiz del convenio laboral, mientras hay personas aparcadas como muebles y están dentro de ti, son tu apellido. Con el agua que mana de sus letras humedeces tu frente y te levantas.

con Fernando Pessoa

y Antonio Machado

de Incendio mineral, 2021
 
 
 
 

María Ángeles Pérez López (Valladolid, España, 1967). Poeta y profesora titular de la Universidad de Salamanca. Ha publicado varios libros, entre los que destaca Incendio mineral (Vaso Roto, 2021), recientemente galardonado con el Premio Nacional de la Crítica. Antologías de su obra han sido editadas en Venezuela, México, Ecuador, Estados Unidos, Colombia y Perú. También, de modo bilingüe, en Italia y Portugal. Su libro Carnalidad del frío ha sido editado bilingüe en Brasil y Estados Unidos. Es miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, honoraria de la Academia Nicaragüense de la Lengua, miembro de la Academia de Juglares de Fontiveros e hija adoptiva del pueblo natal de san Juan de la Cruz. Forma parte de la Asociación «Genialogías», volcada en reconocer el legado de las poetas. Ha sido jurado de varios premios literarios, entre otros el Premio Cervantes. VI Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro en 2022.
 
 
 
 
Con autorización de la autora.
 
 
 
 
fotografía: Luis F. Lorenzo
 

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