Ejercicio de aniquilación. Loredana Volpe

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i. renuncia

ocupar el destierro,
habitar sagradamente el mundo.
de las formas que creíamos recordar
ser parte.
 
 
 


 
 
 

ix. plomo

del plomo se dice que es el peor de los metales.
según los tratados alquímicos, puede conducir a la locura.

la locura son las noches.
la contaminación del metal en la mente:
«temo que lo que soy
me destruya».

hasta Isaac Newton, después de estudiar a Philalethes,
en sus intentos por convertir los metales en oro,
se expuso a los vapores venenosos
en busca de la salvación.

eso de recurrir a la salvación
parece perseguirnos:
la tierra negra se calienta hasta destruir la naturaleza antigua.
tú entenderás este deseo inherente.

cuando una vida ha sido agostada,
una tierra —y quienes la habitan—
condenada a la aniquilación,
te preguntas, vivo como estás,
cómo puedes seguir respirando,
moviéndote con el peso del plomo
tirando contra el suelo,
despeñado, en picada
hacia el fondo.

y desde allí, cómo volverás a mirar
las estrellas con los ojos limpios.
qué harás con toda esa densidad
que te impide siquiera
abrir un palmo la ventana,
buscar la luz.
 
 
 


 
 
 

x. Ombligo

una disección allí
en medio del sistema
pide ser atendida.
llamémoslo un acto de redención
entre una madre y una hija.
llamémoslo una rehabilitación
en donde el tiempo que tuvo que haber sido
es recobrado.
podríamos darle tantos nombres
a una separación forzosa.
podríamos decir que la escisión no ha sido tanto un acto

de bondad del padre

como el escenario de una carnicería:
trozos miembros dislocados sangre huesos
impactando en toda una historia familiar.

de las aguas primordiales surge todo lo viviente,
como de la madre.

recupero una vieja nota.

cuando la inflamación
se extiende por todo un organismo enfermo,
no cabe sino juntar las manos,
alzar la cabeza para que la madre
—piedad que acoge en su regazo
el cuerpo exánime de la hija,
sosteniendo las costillas que sobresalen
como los arbotantes de una catedral
entre luces y sombras del mediodía,
las rodillas flácidas,
los ojos hundidos girados de espalda al mundo—,
para que la madre original
interceda, nos brinde finalmente
a ti y a mí la unidad del vientre,
el descanso.
 
 
 


 
 
 

xi.

las calles estaban en llamas.
cómo saber que nos enfrentaríamos
a la basura entre las junturas
de lo que debería hallar en sí
su condición de celeste
—no era celeste nuestro cielo, no—,
a los cuerpos en las alcantarillas,
a la sangre de un cuerpo tras otro
traspasado, en un puente
hecho un ovillo de brazos y piernas aferrado a la existencia,
eso que nos queda,
las placas de zinc agujereadas a los costados
y sigues vivo.

cómo saberlo.

éramos quizá demasiado jóvenes
para nombrar la guerra
y decir del horror «presencia».

………..el horror cósmico es un género sagrado
………..atribuido a Lovecraft,
………..de naturaleza indescriptible: el horror
………..cuando es nombrado
………..deja de ser cósmico, atractivo,
………..pierde para el lector ese carácter deseable
………..de ensoñación, de andar dormido
………..mientras camina imaginando
………..reinos devastados por fuerzas insondables,
………..mistéricas, aterradoras.

demasiado jóvenes —seguros
de una inmortalidad que jamás nos fue concedida—
para entender que de nuestras vidas
solo cabía esperar la amenaza,
de nuestras vidas solo escapar
del cielo temblor boca negra abierta en llamas:
no era celeste nuestro cielo, no,
para en el fuego de la ciudad
ver algo más que la emoción de la epopeya
atravesando un paisaje que arde salvando
escombros y camiones carbonizados
las explosiones el gas escociendo
los dedos ocultos las balas por encima de la cabeza
para llegar a una sala de ensayo.

y pensar que este fue para nosotros
el comienzo del teatro.
 
 
 


 
 
 

xiii. de vuelta al pozo

el hombre que no tiene tiempo
ha pasado por casa otra vez.
suele estar de paso por todas las cosas.
a la hora exacta los relojes
indicaron con una precisión de ritual
que era hora de la siesta.
el hombre cae donde puede.
ahora duerme en mi cama.
lo veo dormir.
envidio esa confianza suya
de caer dormido en cualquier parte.
no tendría que estar en mi cama
mientras duerme
.

el hombre está de paso,
trabaja, pero su mano está en mi rodilla.
qué haces.
nada. no hago nada,
si no quieres.
quiero.
no tendría que estar tumbada junto a él.

algo que no nos pertenece
nos atrae hacia la belleza.

el pozo es hondo,
miro dentro el agua fría, los ojos fríos
y en su orden de metales perfecto
una pulsión dirías de otro tiempo
nos empuja al centro del misterio.

quiero tocar el agua,
pero temo hundirme del todo.
pienso en volver a la cocina
donde el café y el silencio
y la luz de la tarde y nada más
que esa paz.
quiero no estar en esta cama.
el hombre se viste rápidamente.
no tiene tiempo.
digo algo.
me ha gustado besarte.
ríe. miento.
no tiene tiempo.
pasa por las cosas sin estar en ellas.
siempre pasa, sin embargo.

súplicas, quejas.
quédate. el futuro.
no tiene tiempo

 
 
 


 
 
 

xiv. definición del terror

………..tanto ruido
………..bocinas infrarrojo
………..tráfico de sol como la muerte
………..altavoces ruido sin sustancia
………..ruido donde antes solo las olas
………..ruido de fondo en el sueño
………..de una calle en el centro de un barrio
………..gritos latas borrachos
………..acumulándose en las entradas
………..como calaveras testigos de la noche.

………..ruido escarbando cobre metal hirviendo:
………..no hay cántico donde anide ya la esperanza.

………..ruido ser la pérdida fuegos con cabeza de dragón
………..bailando el cielo artilugio olor a pólvora
………..ruido denso entre las sienes ruido.

una puerta se cierra con estrépito,
una ventana invoca el ruido de choque
de aquella casa, la casa del padre
que no está en casa dónde está,
la música imposible a todas horas,
la mente siempre despierta, los párpados
enganchados hacia cada hemisferio,
ruido esperando el susurro de la puerta,
el agua corriendo,
han encontrado la llave, te han encontrado,
ruido se esconde en la ducha,
se envuelve en la cortina, el latido en los oídos.

………..vuelve el ruido de contenedores
………..ruido en la calle los violines
………..ruido hollín entre los árboles
………..las puntas de las hojas quemadas
………..las familias aplauden.
………..de este ruido tengo algo de silencio para guardarme,
………..escapando así de otros ruidos.

 
 
 
 
Loredana Volpe. (Caracas, 1990). Escritora, traductora y directora de la compañía teatral La Salamandra, con la cual trabaja hoy en día en Barcelona. Autora de A pesar de tu santa cólera (Barcelona: Navona Editorial, 2018) y Ejercicio de aniquilación (RIL editores España, 2023). Premio Publicación del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas (Caracas, 2017). Máster de Estudios Teatrales por la Universidad Autónoma de Barcelona y el Institut del Teatre. Licenciada en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello, casa de estudios de la cual fue profesora de las cátedras de Movimientos Artísticos y Dirección de Actores. Desde el 2021, colabora con el Papel Literario del diario El Nacional, en Venezuela.
 
 
 
 
Con autorización de la autora.
 
 
 
 
fotografía: cortesía de la autora
 

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