Bajamar. Christian Díaz Yepes

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Bastaría un poco de soledad
para hacer sonora tu alma.
¿Lo encontrarás, acaso, huyendo de los que esperan
con las manos abiertas en bajamar?
Perder
es la senda para encontrar
con los ojos en destello. Palabras
nunca bastan para afirmarnos
sobre el mar tan allá. Su partida
señala la presencia. Aquí mismo,
sin necesidad de seguir
…………………. ¿huellas?
que ya no, nunca más, desaparezcan
A lo hondo un ave nos recorre,
espera ser
liberada por quien ame.
 
 
 


 
 
 

Que vengas a mí por esta invocación
(rendida, en jirones, la piel hasta el margen del que no está).
Oh nada, engúlleme
de un solo resplandor y guíame
por la intemperie del ser.
Atrás queda la orilla y seguimos siendo orilla,
seguimos.
Padre que irrigas los montes para que destilen
haz lenta mi alborada.
Soy un niño que juega a saber esperar.
Tomemos una pizca de tierra a la vez
como quien reúne los bordes de una casa tan allá.
Lo que existía desde un principio, lo que hemos oído, lo que
hemos visto y palpado
colmará mi odre.
Vencido el miedo a la ilusión, contamos
cantamos.
Lo más duro de la orfandad es esta vigilia tensionada
entre el ayer y el qué será,
la mirada de péndulo entre el anhelo y la nostalgia.
Equilibrarse en los dinteles del recuerdo,
de nuevo esperar que las aves regresen,
bañar esta tierra que destella su extinción.
 
 
 


 
 
 

Nada
Ningún escándalo mayor que el sol sobre esta tierra.
Nada tan punzante como solo pensar.
Nada
que se vislumbre al despertar. Arriba y abajo. A derecha e izquierda
nubla tus ojos lo real impalpable.
Entra en ti
como aparición en la nada.
Quemar las naves sería redundar.
Te dejas
perder en lo real.
Alguna vez
mecían las olas este lecho. Ahora nada
ora con los brazos alzados. Somos
lo que no sabíamos ser. Ora, pues no queda ningún miedo
y déjate llevar como un ciego.

 
 
 


 
 
 

Entré sin prisa a la ignorada región
donde todo era como en bajamar.
A un lado aquellas formas abiertas.
De frente la transparencia
y a lo hondo el murmullo del agua que te vas
tan libre para palpar cada cosa en lo hondo,
el mundo me apareció como el seno que acogía mis pasos
sin juzgar.
Era la plenitud de ser uno y hermano de todo.
El marjal
escanciando los rostros en sus tiempos.
Dios que no oprime pidiendo un precio por la libertad.
 
 
 


 
 
 

La tierra promete como el primer llanto de un niño
por el vientre que lo arroja a la vida.
Grito que no calla,
…………………. calla todo asidero.
Y entonces abres tus ojos como surco.
Eres todo desierto, el anhelo de aquellas olas meciéndote.
El diario ha queda cerrado, las gaviotas escapan por la puerta de atrás.
Aprieta el estío.
Aprieta tu pecho contra el suyo y pide de beber.
Este anhelo te redimirá,
puerto de ramas abiertas,
cuanto más sediento te deje.
Tu llanto, tu canto,
te abrirán el camino
más allá, siempre más.

 
 
 


 
 
 

Me ha tocado morir mil muertes
para encontrarte.
Me ha tocado bogar
atónito estas horas
que nos miran como niños en suspenso.
Vuelve esa ansia
y es gris en ráfagas y peñascos.
¿Por qué es más lo que digo que lo que llego a decir?
Has vuelto a preguntar y yo tan lejos que me voy
haciendo isla. ¿Será que torna
el tiempo de las preguntas,
tan dulce
como las lágrimas de quien no tiene nada que perder?
Ahora mismo
es el momento. Bajan las nubes.
Escribo
para convocar el vientre al que no puedo volver.
Mas otra vez la sequía,
esa espera
deviene en verso que arriba en tiempo justo.
Has vuelto y es fiesta.
Ya nos ven. En el rapto tantas cosas
pasan llenando los resquicios, las sombras tan allá,
La letra a medio escribir. La herida
como piedra al centro del pecho mana poesía.
La vida un día nos iba a compensar
haberla conquistado entre preguntas.

 
 
 


 
 
 

Pasar por los días como en bajamar,
al olvido de lo perdido.

Volver a dejar la casa a la que no hemos de volver,
sus rumores encontrándose en los tiempos.

Pasar recogiendo los abrazos y los golpes,
fatigándonos a veces, sin escarbar en las orillas.

Volver sin andamios, hacernos
almas henchidas de barro. Su acuciante vastedad.

Pasar con los frutos traídos a casa,
amago de barca que sostiene el recuerdo.

Volver a alzar los brazos al cielo,
olas al peñasco, libres de miedo del ayer,

el limo preñado de su hondura.

Si no amo ¿de qué sirve estar vivo, mientras las barcas se alejan?
Pronunciar campanadas que convoquen siempre más allá.

Pasar como el ave recurrente de la noche:
esos ojos que escrutan la verdad.

Volver a lo auténtico

como región exclusiva del poema.

Pasar de largo el resto
que se contenta apenas con explicarlo.

 
 
 
 

Christian Díaz Yepes. (Caracas, 1980). Sacerdote y escritor venezolano. Reside en Madrid desde 2012. Se ordenó en Caracas en 2007 y es sacerdote de la Archidiócesis de Madrid. Capellán de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y profesor de Teología en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab). Ha publicado los poemarios Las ruedas (1999), Una barca (2004), Aquedah (2014) y Bajamar (2023). Ha publicado sobre espiritualidad y reflexión cristiana: Iniciación a la oración cristiana (2010), La fiesta de la conversión (2011), Luz en mi camino: introducción a la Lectio Divina (2012), Hemos creído en el amor (2014), La fuente de la paz: espiritualidad y compromiso (2013, reedición de Beber de la fuente de la paz, Primer Premio Trípode de Literatura Cristiana, Caracas, 2010) y El espejo del padre Pío (2023). Ganador de los concursos nacionales de poesía juvenil de la Casa de la Poesía y el Ateneo de Caracas en 1996, y del Concurso de Nuevos Autores Hispanoamericanos de Monte Ávila Editores Latinoamericana en 1999. En 2010 fue nominado al Premio Mundial de Poesía Mística. Su poesía ha sido traducida al árabe, inglés e italiano y ha sido compilada en diversas antologías. Ha participado en diversos festivales y encuentros como la Bienal Mariano Picón Salas de Mérida, Festival Atempo de Caracas, Festival Mundial de la Poesía, la Semana Internacional de la Poesía de Caracas, Festival de Culturas Contemporáneas de Sion (Suiza), Centro Internacional de Castel Gandolfo (Italia). En el Aula Pablo VI del Vaticano leyó poemas en 2010, ante un público de más de siete mil personas.
 
 
 
 
Con autorización del autor.
 
 
 
 
fotografía: cortesía del autor
 

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