(Centenario Ida Gramcko 1924-2024). El mismo yo, mas caracol. Ida Gramcko

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CARACOL, EL HERMANO,

el mismo yo, mas caracol. Concisa
su forma sigue sin barniz ni estrago
para que el hombre sufra un alma rica,
un alma suya en el vellón y el gajo,
íntima, inmensa, siempre en sed y ahita.
Así construimos un lugar humano,
pero tan lleno de él como de brisa.
Inventamos
una pared de cal… ¡y tan distinta!
Un muro nuevo, ¿raro?
Sólo en su fresca soledad continua.
—¿Soledad, otra vez lo solitario,
otra vez la distancia? ¿Y la caricia?—
Cálmate, amor; lo nuestro es lo lejano,
toca el largo perfil, la piedra lisa
dice por voz de su vigor: yo te amo.
La forma singular es la infinita.
 
 
 


 
 
 

LUGAR, LUGAR ESTABLE Y COTIDIANO;

todo capaz bajo su gran conquista,
todo lineal bajo su terso rayo,
desde el perro hasta el sol como una chispa.
 
 
 


 
 
 

EXALTACIÓN DEL HOMBRO MIENTRAS ANDA,

del pañuelo que acude hasta el que llora,
de las manos que suben hacia el alba.
Patetismo brutal, riqueza sola
de aquello que llamamos la nostalgia
donde se recupera el alma toda.
Fuera ya la añoranza.
¿Fuera? Jamás, pues fuera es vida propia.
Muerta en sí misma. Y la presencia irradia
precisamente como nuestra y otra.
Viaje de la pupila entre contrarias…
Lo que es otro y amado hasta su sombra,
lo distinto, el inédito, la extraña,
son movimiento, ritmo, trayectoria.
Pues ¿cómo el gesto se encamina y plasma
sino a través de cambios que se nombran?
Objeto es cambio, mutación, distancia
del mismo cuerpo en la confiada ronda.
¿Cuál es la imagen máxima que arranca
la división? ¿Una infinita cosa
sin nombre, sin pupila y sin pestaña?
A cambio de ello, una mirada rota.
¿o un hombre fijo en mil espejos de agua?
¡Qué horror para el contrario que lo evoca!
No, no, la vida es ancha,
gracias a dios, porque el Gran Dios se agota.
 
 
 


 
 
 

UN HOMBRE PURO, UN ENCENDIDO CUERPO

de panes, frutas, copas,
se va tendiendo en el mantel abierto
por cada objeto en sucesivas bocas.
¡Voy!, le grita una voz desde muy dentro
y una mujer o las pintadas rosas
del delantal que cruza el aposento
sube al amor con las fronteras rotas.
Fuerte, vivaz, inagotable sexo también entre las cosas.
El sueño de la unión plasmado en gesto
se descubre formal cuando las gotas
van de la jarra hasta el cristal sediento
y surgen dos amantes que se tocan.
Parejas vulnerables al desierto
de sí mismas, se ligan, se desposan,
porque de pronto un corazón, un tiesto
mira el jarro vertiéndose y lo invoca
y el agua acude hasta su llamamiento
y un nuevo amor disfruta en lo que agota:
un íntimo hontanar entre el concierto,
la voz secreta, al fin… ¡vertiginosa!,
pues la maceta apóyase en el viento
cual pie desnudo en fugitiva roca.
Y todo así, ya siendo y deshaciendo
su ser por otro ser… Cuando reposa
el orden familiar, el limpio medio
en donde el fin se sabe y se coloca,
un hábito; el azar, vuelca su estruendo
y vibra en la costumbre silenciosa.
Un hábito: el azar, nuestro misterio
colgando en el percal, entre la ropa
que suda el sol… Y muchedumbre, incendio….
El hombre afuera, ¡afuera! Y sin derrota.
 
 
 


 
 
 

LA CASA TODAVÍA,

la mesa con la mano,
la mano que consume su elegía
limpiando los manteles del desgano,
el beso que desprende su osadía
tras un silencio grávido y arcano,
el beso todavía…
Gracias, buen dios, anónimo y humano.

 
 
 


 
 
 

PERO AHORA NO HAY TIEMPO.

Mientras haya esta paz,
mientras el beso clame por su reino,
no por nosotros, en clamor de hogar,
salvemos esta luz sobre el incendio.
Pongamos el candil bajo el cristal.
No más robo ni sed. Sólo provecho.
Un beso; un grito azul de libertad.
 
 
 


 
 
 

HE AQUÍ QUE NOS AMAMOS SIN RECUERDOS

igual que en un perdón universal.
He aquí que andamos como soles quietos.
Un sol que envuelve en cálido solaz.
¡Besar un rostro y que su don ileso
no sienta que hay un fin, que es una edad!
 
 
 


 
 
 

CARICIA NUEVA, PURO MOVIMIENTO,

beso de plenitud sin tempestad.
Así, en total silencio,
sin que dos sombras se hallen al azar,
sin que una bestia turbe el embeleso
te estoy besando dice un labio real
que nos sale a la piel sin un acento.
Estoy en ti, grita una calma audaz.
Fieles, al fin. Sin nadie en nuestro lecho.
sin algo que sea nadie y sin cesar,
intactos otra vez y en el encuentro.
Reencarnación de vida virginal.

 
 
 
 
Ida Gramcko. (Venezuela, 11 de octubre de 1924 – 2 de mayo de 1994). Publicó los poemarios Umbral (1942), Cámara de cristal (1944), Contra el desnudo corazón del cielo (1944), La vara mágica (1948), Poemas (1952), Poemas de una psicótica (1964), Lo máximo murmura (1965), Sol y soledades (1966), Este canto rodado (1967, prosa y poesía), Salmos (1968), 0 grados Norte Franco (1969), Los estetas, los mendigos, los héroes: poemas, 1958 (1970), Sonetos del origen (1972), La andanza y el hallazgo. Antología (1972), Quehaceres, conocimientos, compañías (1973), Salto Angel (1985), Obras escogidas (1988), Treno (1993). En teatro, entre otros: María Lionza (1955, verso), Belén Silvera (1955, verso), La hija de Juan Palomo (1955, verso), La dama y el oso (1959, prosa), La loma del ángel (1961, verso), Penélope (1961, prosa), La mujer del catey (1961, prosa), Y en prosa, obras como: Poética (1983), Juan sin miedo (1956), Tonta de capirote, relato autobiográfico (1972) y en ensayos, como: Magia y amor del pueblo (1970), Mitos simbólicos (1973), Historia y Fabulación en «Mi delirio sobre El Chimborazo» (s/f), Extraña identidad (1993, inédito). Por muchos años mantuvo su columna «Cero a la derecha» en el diario El Nacional y luego en el diario El Globo. Casi simultáneamente publicaba su breve columna «Minutero» en la desaparecida revista Élite. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1977; también, mención en el Segundo Concurso Femenino Venezolano de la Asociación Cultural Interamericana (1940), Premio «José Rafael Pocaterra» en Prosa (1957), Premio de Teatro del Ateneo de Caracas (1958), Premio de Teatro de la Universidad Central de Venezuela (1960), Premio «José Rafael Pocaterra» en Poesía (1961), Premio Municipal de Poesía (1962), Premio Municipal de Poesía (1972), Premio «Henrique Otero Vizcarrondo» del diario El Nacional para el mejor artículo de opinión 1982-83.
 
 
 
 
Con autorización de sus herederos.
 
 
 
 
fotografía: tomada de Poesía y teatro. Madrid: Aguilar, 1955
 
 

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