El bosque errante. Juan José Castro Martín

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ALGUIEN SE ADENTRA HASTA LO MÁS LEJANO

de su cuerpo.
…………………………En sus pasos se aproximan
los extendidos bosques del silencio.
Pierde en el frío su existencia hasta
hacerse transparente en el sonido.
Pero no se detiene.
…………………………………………Busca siempre
vibrar siendo materia más que peso,
la cicatriz sonora de la lluvia
rememorando el barro y los contornos
que impiden disolverse a su precario
estar bajo su piel y en los latidos.

¿Adónde irá descalzo por el huérfano
desvelo de las cosas?
………………………………………Sigue el rastro
en el impulso al ciervo, descubre el horizonte
que el carbonero crea entrando en el arbusto,
el secreto silbar del despojarse
para que puedan entonar las ramas
el ascendente signo de los troncos.

Todo se acerca y vive en su extinguirse.

Grava blanca el sendero, las pisadas
agrandan el fragor donde los árboles
sueñan el nombre de lo ignoto
y es breve el soplo encarcelado bajo
la gravidez del mundo en los pulmones.

¿Adónde irás despierto por la huérfana
migración a lo ajeno de los nombres,
todo asombro adherido a los zapatos?

Sendero blanco, el mundo es un silencio
que de tu cuerpo crece,
……………………………………………como intervalo o pausa,
mientras se aleja para existir en tus pasos.
 
 
 


 
 
 

EL ÚLTIMO TREN

(Gertrude Kolmar)

 

La oscuridad del bosque, la flor de la alambrada.
Allí habré de callar.
……………………………………Se avanza sin saber adónde
y se viene de alguna oscuridad para llegar a otra;
los hálitos se agolpan agrietados y pútridos,
día tras día, el viaje interminable, en pie
sólo el dolor sostiene.
……………………………………Allí habré de callar.
En los vagones, cuerpos junto a cuerpos, vagones yendo insomnes
del cuerpo que se adentra al extravío.
Avanza el tren en dirección contraria a nuestra sangre,
como ataúd inmenso gestando el exterminio
de quienes viajan.
…………………………………Y avanzamos, los árboles sonámbulos
en el frío, despiertos aúllan nuestra muerte,
sobre el ritmo quebrado de las bielas avanzamos,
…………………………………………………………………partiendo en dos la vida,
a través de los bosques devastados por el silencio a cuya belleza pertenezco
un instante, su desmayada música en los raíles suena.
En la nieve el olvido escribe su indeciso alfabeto

y las ramas calígrafas del cielo transcriben su secreta
percusión en mis huesos, gramática de copos
de mi respiración donde me voy haciendo transparente.

Allí para dormir el aire calcinado,
las chimeneas y torretas vigilarán nuestro ascender.
Barracones y barracones, y cuerpos sobre
…………………………………………………………………………………cuerpos
en jergones, en cámaras, en fosas, en la brisa
que alcanza el bosque, gélido viento matutino
que arrebata las briznas y hará soplar las médulas.
Silbarán, silbarán los huesos una rota música
que mi respiración repite y arpegian las alambradas.

No tendré miedo, tenue marzo, he de ser despertar en la espesura.

Desde qué oscuridad provengo, de lo oscuro a lo oscuro
la carne viaja: polvo, ceniza, vuelo, nube,
lluvia o copo, retorno en la memoria de las hojas.

Estaré preparada para hacerme sustancia en mi dolor.
Gravitaré en el humo.
…………………………………………………En lo leve seré por fin mi nombre.
 
 
 


 
 
 

LA RAÍZ DE LA HONDURA

(G. P. Friedrich von Hardenberg, Novalis)

 

Extranjero en la vida, quise conocer el misterio
de lo viviente, donde lo oculto roza lo visible,
prolongarme en lo asombroso cuando la roca, el roble,
las orillas azules, los violentos deshielos, el relámpago súbito
se hacen himno,
……………………………………y montañas y espesuras ser pueden
sentido que engrandece el estremecimiento
de la incompleta alianza con las cosas.

Poco de mi niñez he conservado, sólo el rumor del aire
en los negros abetos, lo leve de los pájaros.
Mi juventud fue la incursión en las profundidades
de la tierra y de los nombres, la inacabable duda de ser hombre.
Busqué la luz en las simas,
…………………………………………………bajo la noche de los párpados
que sólo las raíces más extensas conocen.
…………………………………………………………………………………Aunque,
¿quién persigue la luz sin convertirse en sombra?
Vagabundas las ondas se separan sin tocar el arcano

de perderse en el curso de las aguas del Helme,
como en su trashumancia ignoran las estrellas
el caminar flotante de su asombro, en tanto mi mirada
por conocer fragmenta cuanto observa y en ello se consume.

La juventud nos da el dolor, del dolor queda el nombre
―los perfiles de Fánkelstein, las veladas en Grünnigen, los inviernos en Freiberg
que clama a los silencios como minas en que moramos.

¿Qué misterio palpita entre los seres como honda vibración?
Habitamos el mundo en el pasado, en la nostalgia
de ser propagación, en el impulso de estar en todo
aunque sólo nos quede la huidiza posesión de cada sílaba.

Nacemos para el éxtasis y el abismo, en él floto
hacia la noche inhóspita en lo cierto, ausente en lo absoluto,
sin otro paraíso que el recuerdo de la belleza
que hurtaron a la vida las palabras.
 
 
 


 
 
 

EL HAYEDO (SCHÖNBUCH/VALVANERA)

Hacia lo azul, hacia el azul derrotado del mundo,
entre lo abierto y lo cerrado, el bosque es un silencio en fuga.
En la ascensión las hayas,
…………………………………………………………calígrafas del cielo,
escriben desde el antes al ahora sobre la cicatriz de las estrellas.
En la memoria de la savia fluyen
los troncos, en su extenderse hacia lo otro,
la sombra niegan para hurtar la luz,
peregrinan al ser de las raíces a las ramas.
Las hayas en su sordo crecimiento escapan transformadas
en temblor y crujido, agitación y vuelo.
Hacia lo incierto arroja su materia el torrente
y entre las piedras es largo su discurso
de la extinción, finge el claroscuro entre las hojas
en su estación de sombras y destellos.
…………………………………………………………………Cada claro es un despertar.
Sólo las sendas quiebran la densidad enajenada
de las formas inmóviles, y en el borde del bosque
quiere el ciervo arriesgarse, ser solamente límite
aunque no sepa que después de su huida
el tiempo fluya de repente y el sonido
prolongará el fragor bajo sus pasos:
sonido errante, frágil música del existir.
No seremos camino antes que huella.

Lugar del que jamás hemos salido, signo que no hemos pronunciado,
los árboles sonámbulos cuando la nieve llegue,
furiosos en lo azul, osamentas del frío,

para tocar la muerte en lo hondo de sí se adormecen.
Desde lo abierto a lo cerrado el bosque errante en su silencio
hace de su mudez laberinto.
…………………………………………………………Por alzarse a su forma,
todo duele para crecer entre el temblor y el éxtasis,
el hayedo será huella antes que camino
avanzando en lo incierto por el sonido de unos pasos.
 
 
 


 
 
 

LA ROCA DE SÍSIFO

(Albert Camus)

 

En la pugna entre la piel y la noche, el latido y el eco, la mirada y la luz, acecha la fiebre del horizonte donde la ebriedad abdica de esperanza. De la cosa al nombre el aire que nos une a lo celeste nos va envenenando. Desproporcionado soplo, entras al barro prisionero de los contrarios, perteneces a la criatura desgarrada entre el aniquilarse de las cosas y la permanencia entre los astros con el peligro de su fuego hermoso.

Donde todo lo acoges y en todo te vas quedando, te desdicen los anillos de los años; en tu evasión fuera de la luz topaste con el árbol de tu ayer, mientras prendías entre la transparencia y el cuerpo la antorcha de tu vivir desesperado.

¿Qué noche no nació bajo los párpados? ¿Qué carne no se opuso al cielo que aplasta o al bosque que en tu carrera pasa soñando sin ruido?

Cuerpo contenido en el discurso caníbal de sus horas, hacia la cumbre con la sed reciente del rocío empujas tu verdad cautivo de la pesada carga de existir sin ningún clamor, de decir para que el silencio te devore inmediatamente después, de luchar por el dolor de recibirlo todo y ser sólo su nostalgia.

Topaste con el árbol de tu delirio, brotó la noche de tus párpados y el silencio de tu cuerpo creció hacia el vacío hasta fundirse con la piedra. ¿Qué noche no nació bajo tus párpados?

Vive, Sísifo, en lo que te hiere. Otro fue quien emborronara en sus páginas.
 
 
 


 
 
 

EDÉN EN LA SIESTA

(Vicente Aleixandre)

 

Desciende a tu insumisa arcilla, sumérgete en tu sangre; bosques durmientes en tus venas saben cómo la cercanía del silencio hará silbar en ti al reyezuelo esquivo para que el pensamiento se haga canción entre las cosas. Cuídate de perder el cuerpo investido de nieblas aunque la incandescencia un instante redima su inconstancia. Déjate invadir por lo otro: impuro de silencios y roto de ruidos, podrás escuchar cómo la carne se escabulle agitando la oscura maleza de latidos al hacerse transparente.

Contemplas el cedro lleno de suspiros en la hora inmóvil de las ramas. Hay un rencor que viaja del copo a la semilla, un alzamiento azul en los tímpanos insistiendo en la doctrina del reflejo que encadena el ruido al osario de imágenes. El mineral sonante cruje más, se hunde en la fragancia como un dilatarse en dirección al barro que exhala su crepúsculo más breve. El hueco de tu pecho sube y baja, un bárbaro temblor para que el hombre suene en lo intermedio.

En tu respiración levantarás la casa, alargarás la sombra, frecuentarás cadencias sostenidas como estancias y el azogue en tus pulmones refractará las palabras. ¿Tienes la edad del mundo cuando sueñas? Enajenado, la levedad no transcurre: espejo o nombre.
Aunque llame la flauta del abismo, edén sufriente un cuerpo, no habrá llegado el tiempo de despertar al otro lado del sonido. Vuelves a lo mudable de las horas ̶ ahí se alza en su dimensión el árbol con saetas de luz atravesándolo ̶ y en la horma secreta de su soplo recobras tu forma o límite para resistir su belleza al tiempo que te reconoce vegetal pensativo, fuente muda. Ganaste luz mas vuelves ciego al mundo. Sólo para quien resiste el sueño: amar es conocer en el retorno.
 
 
 


 
 
 

DE ESTE DOLOR DE SER TEMBLOR Y BARRO

resta la cicatriz que las palabras
en el letargo de las cosas abren,
como un silencio que poblara el bosque.

Extranjero en tu voz a veces, vibras
alejado en el curso disonante del mundo
y de aliento en aliento intruso existes
para que un cuerpo siempre se estremezca.

Árboles vagabundos en un sueño albergamos,
savias cobrando el signo de su forma
que hondas dicen gramáticas de raíces y nubes.
En la parte más sola de nosotros conversan

la intemperie y las hojas. Mientras hablan,
conocen qué alfabeto de estrellas es la noche.
Por el silencio viene el hombre y funda
en huellas de quietud bosques errantes.
 
 
 
 

El bosque errante Madrid: Reino de Cordelia, 2024.
 
 
 
 
Juan José Castro Martín (España, 1977). Licenciado en Filología Hispánica y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Granada. Profesor, crítico y poeta. Obra: No cesa el tiempo (Premio Genil de Literatura, 2002, Diputación de Granada), Deriva de las islas (Premio de poesía Villa de Peligros, 2007, Diputación de Granada), Margen de lo invisible (Premio de poesía Florentino Pérez-Embid de la Academia de las Buenas Letras de Sevilla, 2010, Adonáis), La habitación cerrada, Hiperión (XIX Premio Internacional de Poesía “Antonio Machado en Baeza”), La piel de la intemperie, Nazarí, 2017, Pero el mundo no estaba, Sonámbulos, 2022, Copo tras copo, Puertagranada, 2024, y El bosque errante, 2024, Reino de Cordelia (IV Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz- Academia de Juglares de Fontiveros). Ha colaborado en varios volúmenes: Pasos de peregrinos, Todo es poesía en Granada, Concierto poético para San Juan de la Cruz, 7ª Antología de Adonáis o Caballo del alba. En 2019, coordinó la antología De la nieve al trigo, 25 años de poesía granadina (1960-1985) , aparecido en la editorial Calambur. Así mismo, coordinó los proyectos Para decir amor sencillamente, Homenaje a Rafael Guillén y Quiso el mar romper la brújula, Medio Siglo de la poesía motrileña actual. Su obra y distintas colaboraciones como crítico han aparecido en revistas como Turia, El maquinista de la generación, Quimera, Entrerríos, Extramuros o Ideal. Es socio de honor del Aula de Pensamiento y Literatura “Francisco Javier de Burgos. Ha sido traducido al polaco: www.adalirica.com Así mismo, una selección de sus poemas apareció en la revista Altazor: https://www.revistaaltazor.cl/juan-jose-castro-martin/

 
 
 
 
Con autorización del autor.
 
 
 
 
fotografía: cortesía del autor
 
 

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