epífitas. De tributos y legados. María Antonieta Flores

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Segundo aniversario luctuoso de Alberto Aguilera Valadez, Juan Gabriel

Por un lado, los atribulados fanáticos y admiradores; por otro, la prensa amarillista que recicla informaciones y crea una espiral expansiva de rumores y dudosas afirmaciones, a lo que se suma un inevitable pleito por herencia. Así han trascurrido dos años, desde ese 28 de agosto de 2016 cuando la muerte perturbó un orden que se había instaurado 45 años atrás, justo un 4 de agosto de 1971, momento propicio para que Juan Gabriel apareciera en el universo de la industria musical, para luego consagrarse como el cantautor más importante en la cultura latinoamericana. «No tengo dinero» se convirtió en un éxito que trascendió fronteras e idiomas. De esta manera comenzó todo. La continuidad de una carrera llena de logros, le permitió acuñar a Carlos Monsiváis la famosa frase: «A Juan Gabriel nada le ha sido fácil, salvo el éxito”.

En diversas entrevistas, el artista había señalado que prefería los reconocimientos en vida a los homenajes postmortem. Y en vida recibió reconocimientos, homenajes y tributos, aunque muchos sólo se dieron cuenta del significado y relevancia cultural del compositor luego de su muerte. Ahora, quizás como parte de la elaboración del duelo, han surgido nuevos tributos. Esperados.

Mi tributo a Juan Gabriel se titula la grabación de Cristian Castro lanzada en la tercera semana de este agosto, cuenta con la producción del maestro Gustavo Farías. El mariachi del Divo, Alma de Juárez, grabó en 2017 un álbum titulado Tributo. El otrora Mariachi de mi tierra sigue bajo la dirección de Guillermo (Memo) Hergal quien desde 1993 trabajó bajo las órdenes de Aguilera Valadez y la agrupación mantiene, en su mayoría, los músicos originales. Ya antes habían grabado «El orgullo de mi pueblo» compuesta por el grupo Tres razones como parte del álbum Recordar es vivir. Mayela Orozco, una de sus coristas y que debutó como solista en uno de los conciertos de Juan Gabriel en el Auditorio Nacional de México en 2008, estrenó también en estos días «Niño michoacano» pieza dedicada a su mentor y escrita junto con el compositor Edgar Cortázar ,»el sastre de la música».

Reconocimiento, homenaje, tributo: tres palabras vinculadas pero más allá del territorio de los sinónimos, hay que detenerse en los elementos que las diferencian para comprender el porqué se ha elegido la palabra tributo para trabajos recientes que honran la memoria de Alberto Aguilera Valadez, Juan Gabriel.

Reconocer es una de mis palabras favoritas. Implica detenerse ante el otro y valorar el trabajo, la presencia y el aporte que ha hecho y hace una persona, no implica jerarquía; cosa que sí encierra la palabra homenaje. Cuando se rinde un homenaje se está reconociendo que el trabajo o la obra tiene relevancia en su ámbito, exige el paso del tiempo y está vinculado con el acto de honrar. Pero tributo es un término que implica no sólo deseo de honrar: expresa el reconocimiento de una deuda y el agradecimiento como la emoción fundamental que impulsa la acción. No es casual que otra de sus acepciones tenga que ver con pago, con el ámbito legal y de los impuestos, mientras que la acepción más antigua se vincula a la relación del vasallo con el señor —y sabemos que una de las fórmulas de tratamiento que recibía el cantante, era El Señor—. De los tres términos, tributo implica una mayor carga de gratitud hacia el otro. Dicho de otra manera, es el pago a un legado recibido.

En el mundo cultural, artístico, intelectual, deportivo o científico, el significado de legado tiene que ver con la obra que se ha erigido a la par que la propia vida. El artista genuino trabaja para dejar una obra, una estética, una propuesta que se constituya en una diferencia que se sume a la tradición, es decir, que se integre a la tradición sin ser una simple repetición de lo que la precede. Esa diferencia marca un estilo único, que hace escuela, que genera un eco y una onda expansiva en la sociedad, que deja huella. Así se habla de un legado que enriquece a una cultura determinada.

Y el legado de Alberto Aguilera Valadez, Juan Gabriel tuvo valor fundacional para la cultura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX en cuanto a propuesta musical, estética, filosófica y vital. No es exagerado afirmar que logró, a través de los años, un cambio en la sensibilidad de su cultura. Si bien su obra fue vehículo de valores muy tradicionales vinculados a la familia, la madre, el padre, la tierra; también propuso nuevas maneras de vincularse en lo humano y lo amoroso, también ofreció otra óptica sobre la vivencia de la ruptura y el despecho, en su búsqueda de romper con el dolor.

Tweets que citan el «no te aferres» que propone su canción «Así fue», por ejemplo, o aquello de que el amor eterno existe, dura 5 minutos y lo canta Juan Gabriel, o “Juan Gabriel compuso 1.800 canciones y ustedes no pueden hacer un tweet original”, son mínimas expresiones de la resonancia que lo incorpora al imaginario colectivo de una sociedad que se ha apropiado de sus palabras y de su música para expresar lo cotidiano. Se está ante un artista, un músico, un cantautor que aún después de muerto sigue generando movimiento en el ámbito cultural (piénsese en las asociaciones hechas en los últimos meses con artistas tan disímiles como Harry Styles y Maluma). Continúa despertando polémicas y no deja de poner en evidencia los prejuicios de cierta intelectualidad que sufre de viciados aires de superioridad e ignorancia al desconocer la fortaleza de lo popular como cimiento de la cultura.

No hay ingenuidad en el legado que nos ha dejado, ni facilidad en sus composiciones como señalan algunos que confunden sencillez con lo fácil. De haber sido así, con toda seguridad no trasciende como artista tal como lo hizo en vida, cuando ya era considerado leyenda, y más leyenda sigue siendo ahora que se ha ido.

Creo ver una clara conciencia creativa en armonía con un poder comunicativo incisivo capaz de crear conexiones vinculadas a lo arquetipal y a la energía colectiva que moviliza la dinámica de las épocas. Una percepción intuitiva y visionaria de lo colectivo guiaba, sin duda, a sus composiciones plenamente vinculadas con su mundo personal pero que como él mismo afirmó en una entrevista dada en Ecuador en 1988: «…son las canciones que la gente más hace de ellas porque viven también un estado de ánimo como el que yo viví…».

En cuanto a los tributos, antes de detenerme muy someramente en ellos, deseo subrayar los pequeños y conmovedores tonos que alcanzan manifestaciones diarias en redes sociales hecha por grupos, clubs y cuentas como el Movimiento JuanGabrielista de México o Aguilerasteam (llevada por una joven de El Salvador) o lo hecho por JG sin fronteras siempre, grupo de Ciudad Juárez, que organizó una exposición con tres fotos, una pintura, la portada del primer álbum musical y un traje usado en un concierto por el cantautor, para conmemorar un año más del inicio de su carrera, muestra inaugurada en la planta baja de la Presidencia Municipal de esta ciudad. Acciones éstas correspondientes al ámbito de la devoción.

Tributo de El mariachi del Divo, Alma de Juárez, presenta versiones de «Querida», «Insensible», «Pero qué necesidad», temas del género pop, junto a clásicos éxitos como el inevitable, por emblemático, «Amor eterno»; grabados de tal forma que de manera rotunda evocan e invocan la presencia de su creador, mantienen el nivel musical al que el público estaba acostumbrado en los conciertos del Divo y, al mismo tiempo, amplían la propuesta interpretativa del mariachi y cumplen con una continuidad que apacigua los corazones que aún andan en duelo por la muerte del autor. En un Facebook live emitido este 29 de agosto, titulado Tributo a Juan Gabriel, el Mariachi Alma de Juárez y la Orquesta JG abrieron su presentación con «El orgullo de mi pueblo», del dificil género del panegírico, cuya función es alabar a una persona relevante: “El es México, señores/ y no hay nadie como él/ Ciudad Juárez tiene orgullo de haberlo visto crecer./Él fue toda la nobleza/ era pura sencillez./ Él es toda la experiencia/ donde siempre hay que aprender./ Viva Juan Gabriel/ el orgullo de mi pueblo…” y aparte de las canciones ofrecieron testimonios, anécdotas sobre sus vivencias junto al querido cantautor. Tributo y esta emisión de factura cuidadosa dan fe fidedigna de la escuela marcada por Alberto Aguilera Valadez, de su legado.

Mayela Orozco con su “Niño michoacano” presenta un panegírico muy bien estructurado. El título permite cruzar el tema, en ejercicio de asociaciones, con el niño José Sánchez del Río, mártir cristero de la región, y con los niños michoacanos deportados de Estados Unidos en tiempos recientes. Es sobre un niño que puede ser todos o cualquiera (el niño es una poderosa imagen arquetipal), pero es en esencia la exaltación del «Niño/ artista, poeta,/ niño michoacano, / tu música bella / ilumina las almas de un público/ que nunca te olvidará./ Divo / Alberto Aguilera/ orgullo de Juárez/ tu canto nos queda»… Pero lo más interesante del tema es el haber seleccionado la imagen del niño, cuyas circunstancias de abandono son harto conocidas, y abordarlo con una mirada materna manifiesta en el video, que no dudo reparadora y que me hace inevitable resonancia con la manera como muchas fans, incluso las más jóvenes, incluso las que lo consideran su Sugar Daddy, se refieren a Alberto Aguilera Valadez, Juan Gabriel: niño, chiquito, nene (sic).

La hechura del video de “Niño michoacano”, sigue la escuela de los videos hechos por el equipo de producción de Juan Gabriel desde los albores del siglo XXI. Su referente más lejano, que recuerde, es el video de «La mujer que yo amo»: la mexicanidad es puesta en primer plano a través de imágenes del pueblo, especialmente el indígena. La escuela visual también se nota en el manejo del paisaje de Sonora, México que hace Zona Prieta con su video de «Hoy quiero verte», con el que rinde homenaje al artista.

De los tributos, el más complejo es el que presenta Cristian Castro. El posesivo «mi» calza de manera perfecta. No es el tributo que esperan los otros, es uno de textura muy personal, con ciertos elementos freaks. La carátula recrea, justo a 40 años de su publicación, la del álbum Espectacular de 1978, grabado con la Orquesta Sinfónica de Londres y la de Ray Conniff, con la producción del maestro Eduardo Magallanes. De los tres álbumes que se editaron ese año, los otros dos son Siempre en mi mente y Mis ojos tristes, seleccionaron éste, no solo tal vez por la significación musical que tuvo en la carrera del cantautor sino, quizás, porque la imagen es representativa de una época. Por supuesto, las iniciales de Castro se engarzan como era usual se hiciera con las de Juan Gabriel en ese período.

De carácter retro, en los videos al recrear un ambiente de discoteca de los 70, la iluminación con predominio del tono de verde que Alberto Aguilera Valadez utilizó en sus últimos años de vida tanto en su vestuario como en la decoración de su casa de Cancún, no deja de ser un guiño para la atmósfera que se desea crear. Y en algunas piezas aparecen los juicios de valor de un discjockey que dice, por ejemplo, al final de «Adiós amor, te vas»: «acaban ustedes de escuchar algo sospechosamente más allá del nivel del huevo tibio» con clara intención de resaltar la calidad musical de las composiciones. Éste, su tributo, el de Cristian, no deja de estar marcado por lo paródico y por el humor, dos aspectos que Juan Gabriel manejó con maestría en el escenario, en especial en los últimos tres lustros. Hay que detenerse, con atención, en el video de «Yo no nací para amar» pues plantea una ruptura con las tendencias estéticas que tiranizan los videos actuales y se centra en un personaje que nada tiene que ver con la intención festiva que propone el álbum; además, deja como imagen final de desamparo, la visión del cuerpo en posición fetal.

Sobre este trabajo, el productor musical, el maestro Gustavo Farías apuntó: “Realizar un homenaje al autor más prolífico de la historia musical mexicana es en sí un compromiso muy serio, sin embargo, rendir tributo a su gran voz, al gran cantante que fue Juan Gabriel con sus más de 40 años de carrera, es aún todavía más serio y ambicioso”. Y ha dejado en claro que todas las canciones —una selección muy personal— fueron grabadas en los mismos tonos en los que los grabó su autor «para hacer realmente justicia al arte y genialidad de Juan Gabriel».

Si bien, en la industria musical, la firma de Alberto Aguilera Valadez está vinculada a ventas, récords y éxito, hecho que hace codiciar la interpretación de cualquiera de sus grabaciones; la admiración, el afecto y el reconocimiento acompañó su carrera —claro, junto a odios tensos, inexplicables unos, otros comprensibles; que no era de rosas el jardín, pues—. Sin embargo, más allá de los intereses, estos honrados tributos en los que me he detenido y que provienen de gente muy vinculada en lo vital y emocional a su quehacer, a su vida y, ahora, a su legado, avisan sobre un universo en expansión que ofrecerá, sin duda, nuevas manifestaciones.
 
 
fotografía: tomada de https://www.facebook.com/JuanGabrielPorLosSiglos/photos/a.375425005881896/1871027632988285/?type=3&theater Post del 20 de agosto de 2018.
 
 
 
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#AlbertoAguileraValadez#Juan Gabriel#legado#tributo

Comments

  1. no%20tengo">marigol martinez - lunes 10 de septiembre de 2018 @ 7:36 am

    Me encantó

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