Antonio Gamoneda-Materia del Relámpago


 
 
Antonio Gamoneda ya tiene su privilegiado lugar, ganado a pulso, en la lengua española. Es un magnífico poeta de España y de talla mundial. La gran poesía de Antonio Gamoneda posee el deslumbramiento ante la contemplación y asimilación de temas vitales y desgarradores; muchos de ellos biográficos, que desembocan en un culto interminable a la belleza. A los lectores nos queda la estupefacción y la admiración ante la experiencia estética, visual y auditiva: música-materia del relámpago.

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Canto de Chicharra de Carlos Iván Padilla. Adrián Arias Pomontty


 
 
La chicharra (Lyristes plebejus) y su canto ha sido la fascinación de muchos artistas. Los trovadores del siglo XIII las usaban como amuleto, disecadas en sus sombreros de faena. La tradición poética venezolana no se queda atrás, la chicharra pasó por el ojo y el oído de un cuantioso número de poetas, desde Va y Ven de Luis Fernando Álvarez (1937) hasta Partitura de la Cigarra de Eugenio Montejo (1999), siempre orbitando ese capullo de vibraciones, que en cualquier latitud del trópico anuncia las lluvias. Estos insectos se han relacionado con la belleza, con la música y en otro sentido con el agónico ejercicio de estar vivo. No es casualidad que el título de este libro, Canto de chicharra, provenga de un verso de Rafael José Muñoz, el poeta venezolano, muy leído por las nuevas generaciones por su compleja y hermética poética.

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epífitas. El paisaje de la luz en Gamoneda. María Antonieta Flores


 
 
Antonio Gamoneda, nacido en Oviedo (1931), escribe en su poema “Sublevación”, sobre la “materia del relámpago” y la vincula al hielo, dos sustancias luminosas y de simbolismo altamente codificado tanto en la cultura occidental como en la oriental. El relámpago, tal como lo señala Juan-Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos: “Es el fuego celeste en su forma activa, de terrible dinamismo y efectividad. (…) es el símbolo de la suprema potencia creadora.” El relámpago precede al sonido del trueno y su aparición invoca el miedo y deja el estruendo. Es un fenómeno atmosférico que le recuerda al ser humano que está inmerso en la dinámica de la naturaleza y el cosmo, y que puede ser su víctima y no su agresor. Pero también su luz rompe la oscuridad y de allí su vínculo con lo creativo. Otro aspecto que resalta Cirlot es que “la luz del relámpago se relaciona con la aurora y la iluminación.” Y éste es el vínculo que más me interesa para aproximarme a la poesía del ganador del Cervantes.

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Dos cautiverios. Armando Rojas Guardia


 
 
especial para el cautivo. décimo aniversario.
 
 
Hay dos tipos de cautiverios. El primero es involuntario e impuesto. Es la cárcel de la cual nos habla Cervantes en el prólogo de El Quijote: “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido tiene su habitación”. El cautivo de esa clase de presidio nunca fue mejor descrito que en la “Balada del preso insomne”, de Leoncio Martínez: “sucio, famélico, ruin”. Como afirmó José Rafael Pocaterra, uno no se gradúa en verdad de venezolano hasta haber pasado por la cárcel: hace muy pocos días contemplamos a través de las redes sociales las bochornosas imágenes de un muchacho semidesnudo sometido a la satánica crueldad, a la sevicia sistemática de sus captores. Me atreví, a propósito de esas imágenes, a asegurar que ellas delataban que en nuestro país ya habíamos ingresado al horror literalmente obsceno, al terreno minado de la pornografía política. Ese muchacho nos representa a todos los que en Venezuela nos oponemos a la opresión, a la crueldad y a la barbarie.

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